Hay días que las palabras se juntan solas, sin mayor esfuerzo, y van dejando frases redondas y con un ritmo misterioso que ayuda a entenderlas mejor, a captarles el sentido. No son muchos pero compensan por esas tardes en las que las ideas, esas cosas con aristas, se niegan a convertirse en las olas suaves que uno desea ver en el papel. Esos días, que son muchos, por el medio de los pensamientos que quieres ver escritos, se desliza la duda de si va ser siempre así, y que si nunca más jamás nada va a encajar. Pones atención y quizá es peor, porque parece que la cosa va como el tetris y se trata sólo de buscarle el sitio a lo que va cayendo, girando ideas y palabras, pero que va, todo empeora.
A otra cosa mariposa…
Manchar papeles, dejar volar, y volver …
Algunas veces sale algo medianamente bueno.
Se sale con música o con vídeos de maquinaria.
Hermano Mortimer, me veo bastante retratada en esas aprensiones de impotencia. Cuando estoy de buenas y más espabilada, me digo que a veces hay que saber mirarse con el mismo cariño, paciencia y compasión que a un hijo tonto.
Procuro, lo mejor es irse y retomarlo más tarde con indiferencia, al desgaire, como que no te importa. Ponerle demasiado interés a las cosas a menudo las arruina.