A la rueda pinchada le damos dos patadas. A la bombilla que no enciende y a la agujita del ampli que no sube, golpecitos con el dedo. A la máquina de tabaco que se traga la moneda la abofeteamos como Ford a la Hayworth.
Ofuscados, esos golpes los damos con energía, esperando confiados que la rueda se hinche o el televisor se repare. Presumimos que esa muestra de poder, confianza y determinación los doblegue. Que la autoridad del gesto acabe con esas molestas manifestaciones de la inherente perversidad de los objetos inanimados. No suele pasar, según las estadísticas, pero insistimos. Pensamos, además, que nosotros somos quienes mejor damos los golpes y por ello no es infrecuente ver cómo los comensales palmean por turnos al atragantado. Sé de una boda en la que todos los invitados por parte de la novia fueron haciendo fila para atizarle al padrino, que falleció azulado y azorado, mirándolos impotente, incapaz de agradecer de viva voz tantas atenciones y muestras de cariño.
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En ingeniería se le conoce como el «EFECTO PORCO» (por Cojones ,vamos) y en los talleres mecánicos se le llamaba también » Acido Pórrico».
El efecto PORCO, normalmente (en la totalidad de los casos…) después de su ejecución se rompía el tornillo o tuerca, el recipiente y todo tipo de fracturas no deseadas.
El ácido pórrico, sin embargo, es de mayor eficiencia en manos hábiles y expertas, solucionando muchos problemas que la tecnología punta no puede…
JRG, comozco, como aficionado, ese efecto. El nombre no, y me lo apunto. Tendemos a apretar más una junta que pierde y por mucha fuerza que apliques la maldita sigue perdiendo. Eso se sabe y aún así lo hacemos -lo hago- en lugar de desmontar y volver a montar, cosa que, milagrosamente suele arreglar el problema.
…y no olvidemos el 3 en 1 …. un auténtico milagro, merecedor de premios y reconocimientos sin fin..