Leo blogs y papers. Tengo una fe ciega en la ciencia como mi abuela se la tenía a la Virgen del Perpetuo Socorro. Ella miraba aquella foto y, con un gesto mecánico pero que evocaba una fe antigua, se santiguaba y pedía. Yo leo los blogs con una fe descreída y me sorprendo. No me atrevo a pedir porque sé que lo que venga será pagando, no como a mi abuela, que lo que le mandaba la Virgen le salía gratis, aunque nunca mandó mucho.
Así, leyendo, tropiezo con un estudio de un inglés que explica en detalle cómo la nostalgia contribuye a dar sentido a la vida. Que los nostálgicos le encuentran más sentido a su existencia al situarla en un marco amplio que la dota de una significación que todos, intuitivamente, sabemos que debería tener pero muchas veces no encontramos. Yo no puedo menos que asentir, pero no como asentiría un tipo cualquiera, sino como asiente un gallego al que le explican que la morriña es la esencia del ser. En fin, que asiento con la cabeza como ése tipo al que un jovenzuelo ilusionado le explica lo que hace mucho que ya sabe y ejerce. Somos, muy especialmente, lo que recordamos con afecto.
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