EL EXPERIMENTO TWITTER

Hace tiempo que Twitter, ese submundo a la vista de todos, me recuerda a una novela de Frank Herbert, el mismo que escribió la saga de Dune, ese engendro. El libro en cuestión se llama “El experimento Dosadi” y me parece igual de malo. Lo que me gustó en su día es el concepto del “experimento” alrededor del cual gira la historia.
Unos pocos humanos mezclados con algunos extraterrestres son confinados en un planeta inhabitable, y aún letal, en el 99,99% de su superficie. Viven hacinados durante siglos en una pequeñísima zona, un valle, sujetos a inimaginables restricciones que provocan continuos conflictos entre ellos. Desconocen además que forman parte de un experimento. Esa guerra interminable de todos contra todos, hacinados y peleando por cada migaja de cada uno de los escasos recursos, con el transcurso del tiempo, los lleva al más absoluto refinamiento en la maldad. Ese refinamiento desplaza el eje de la violencia social desde la fuerza -que sí siguen usando- a la inteligencia.
Entre ellos la desconfianza es siempre absoluta, el más mínimo detalle es analizado, las intenciones de todos son evaluadas y reevaluadas constantemente, las lealtades no son más que conveniencia de un instante. Eso lleva a los Dosadi a un nivel superior de consciencia; cada uno sabe quién es, qué lugar ocupa en el grupo, qué quiere, qué planes le convienen y en qué momento ponerlos en práctica. Y los lleva también a desarrollar la capacidad de analizar a todos los demás constantemente y ver en ellos eso mismo: qué pretenden, qué van a hacer para conseguirlo. Por poner un ejemplo sería una especie de House Of Cards de mutantes producidos por selección “natural” para ser exacerbadamente maquiavélicos.
Así cualquiera de los Dosadi da por supuesto no ya que su plan A es transparente para sus enemigos, sino que lo son también sus planes B, C y D. Por ello sus intenciones verdaderas son las de un plan N que, además, va reevaluando constantemente. El éxito consiste en camuflar las intenciones de tal modo que el enemigo considere que desvelando tu plan F te tiene en sus manos.
Pues bien, en Twitter hay muchos que juegan a Dosadi. Hay guerras y enfrentamientos, alianzas de conveniencia, mentiras, cintas de vídeo, amistades, traiciones, falsas amistades, falsas traiciones, planes A y planes B. Y hay jugadores que juegan mejor, saben explotar sus capacidades y esconder la mano, y otros que flaquean mucho y lanzan las piedras con la zurda. Es un mundillo aparentemente plácido en el que ya quedan pocos que piensan que la violencia son esas “flames” o “internet wars” en las que acaban comparándose unos y otros con Hitler o haciéndose blocks. Revueltas callejeras de adolescentes.
Los mayores juegan en otra liga. El bacalao, siempre, se corta en la trastienda. Ahí es donde se cuecen alianzas, se emplata frío el odio y se mantienen templados los rencores. Y esa trastienda se entrevé porque la mayoría de los jugadores son duchos en la segunda parte de las habilidades Dosadi -tramar planes- pero son incapaces de la primera -un nivel superior de autoconsciencia-. La soberbia es muy mala consejera, el ego subido es debilitante, y subestimar al contrario es de tontos.
A la mayoría de los Dosadi wannabe se les ve circular con cara de no haber roto un plato, pretendida sinceridad, una sensatez que no saben impostar, sonrisas que un enfermo de Alzheimer reconocería falsas y una mirada que expresa deseos de los que ni él es consciente. Si no saben quienes son ni lo que realmente quieren cómo van a ocultarlo.
Imagino que el observador curioso del experimento original sentiría al mismo tiempo el horror que produce un niño-soldado con su Kalashnikov al hombro y la lástima que da un perro rabioso que no sabe que obra por instinto.

PS: Esto no es una recomendación para leer la novela, si lo hace Vd. es bajo su propia responsabilidad.

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