Un día de marzo, en un burdel en Nueva Orleans, una negra del oficio me habló y cambió mi vida. O mejor, el mismo Dios me habló usándola a ella como instrumento, y cambió mi vida. O cambié yo y mi vida, ese tiempo que arrastramos, cambió conmigo.
Como Dios nunca me había hablado antes en un primer momento no presté atención. Me cogió por sorpresa. Aunque tengo claro que Dios tiene una cierta preferencia por las putas siempre pensé que era un interés muy abstracto. Una cosa como parabólica o metafórica. Que le daban juego como símbolo de algo. El caso es que me pilló a contramano que me hablara esa puta y no fuera realmente ella sino el mismo Dios. Y además, la hora que era. Uno se imagina que Dios da sus mensajes a las doce del mediodía. La hora del Ángelus, de las ceremonias importantes, de las bodas reales, las misas mayores y tal. A las cuatro de la mañana y en una casa de putas lo último que uno espera es que le hable Dios. Ni Dios ni nadie. Si te llaman a las cuatro de la mañana y te dicen que has ganado el Nobel cuelgas. A las doce del mediodía, a nada que seas algo crédulo como yo, hay una posibilidad de que tragues. Das las gracias humilde y educado y preguntas “pero hay que comprar algo” o “lo mandan a casa”. Las doce del mediodía es una hora seria, adecuada para mensajes serios. De los que te cambian la vida. Si das esos mensajes a las cuatro de la mañana y no te atienden, no te quejes.
Así que cuando, asimilada la sorpresa de lo de Dios, empecé a pillarle lo que me decía, él llevaba un rato hablando. Entre que era una puta, el sitio, la hora y la circunstancia, el mensaje no me quedó nada claro. En esos sitios uno está a lo que está. Hay historias de tipos que dicen que van a hablar o contar sus penas o a pasar un rato con una mujer. Pero es que el mundo está lleno de gente rara. A mi ya me hablan demasiado y voy a esos sitios a lo que se va, aunque no critico a nadie. Cómo voy a hacerlo si es Dios quien me habla en los burdeles.
Lo que tengo claro es que me cambió la vida. Totalmente. En primer lugar porque va a ser cierto que está por todas partes. Eso para mi fue una sorpresa y ahora tengo como una paranoia, difusa y cíclica. Ando por el mundo como pisando huevos, como con miedo a molestar o dar un empujón y romper algo. Un mandamiento o una encíclica o algo. Temor de Dios, dice mi párroco. Manía persecutoria, dice mi terapeuta.
El caso es que Él me hablaba y yo pensaba, “que haría Chinaski, o Bukowski, o como se llame”. “Qué haría Henry Miller” si Dios se le pone a hablar mientras se trajina a una golfa en un garito en París. No tenéis ni idea de la de cosas que se te pasan por la cabeza. Pero si ya me costaba entender lo que me decía, más me costaba imaginar lo que podría haber hecho un muerto de estar en mi lugar. Todo era confuso.
Le pedí que repitiera. Como me vio confuso, porque yo estaba confuso, la puta, o el mismo Dios, me resumió despacio: “usar condones es contrario a la doctrina de la iglesia”. Yo seguí confuso. Quizás incluso mucho más confuso que antes y ella repitió, aún más despacio y pronunciando bien, posiblemente pensando en un problema con el idioma: “usar condones es contrario a la doctrina de la iglesia”.
A mi eso me lo dice en latín y no me sorprende tanto, porque no entiendo latín y porque el inglés es frío para según qué mensajes. La palabra de Dios la imagina uno florida y resonante. Tronante. Acompañada de prodigios y aparato eléctrico. Coros de ángeles haciendo la segunda voz. Y sobre todo en latín; o esperanto. No en inglés, el idioma de los negocios. Lo cierto es que me llevó un rato asimilar todo aquello, recoger mis cosas y salir casi sin despedirme con una sonrisa triste y la mirada baja de quien lo hace para siempre.
Llevo desde entonces intentando buscarle la moraleja al asunto. No puede ser que venga Dios a hablarte y sus palabras no tengan un profundo significado. Dios no puede ser literal. Dios es un poeta.
Visito al párroco y muy amable me recomienda lecturas teológicas y me cuenta vidas de santos. Los libros no los leo, pero esas charlas sobre torturas, violaciones y ascensiones a los cielos son entretenidas y tiene un vinillo que le mandan del Priorato que es una delicia y además deja fumar. Eso sí, salgo de allí con la sensación de pastorcillo analfabeto. Ni palabra de qué puede esconder el mensaje. Al párroco el asunto lo supera. No tanto por lo de la puta, el burdel y el condón, que también un poco, sino porque dice que es la primera vez que viene Él personalmente desde los tiempos del Viejo Testamento. Me asegura que últimamente los mensajes los dan los ángeles o la Virgen. Yo entiendo que Ella no venga a meterse en un burdel, pero pienso que para esa frase lapidaría llegaba un ángel perfectamente. Así que desconfío un poco, porque parece que sabe más de putas y burdeles que de Dios.
También llevo tiempo visitando a mi terapeuta y siento que no avanzamos. Insistía en hablar de mi madre y de mi padre, que si la puta era mi madre y Dios mi padre y yo que no y ella que va a ser que si y yo otra vez que no. Ella no conoce a mis padres, va por el libro ese que tienen los terapeutas. Y yo insisto que los dos me insistieron mucho en usar condón, que siempre me han tenido por poco despierto. Y además mi padre no habla papa de inglés, que hizo la reválida en alemán. Llegué a darle el teléfono para que llamara a mi madre. Ahora está más calmada con eso y hablamos más de generalidades de la vida y el sexo. Ella me cuenta sus cosas y, como está buena y es bastante golfa, a veces follamos. Con condón.