Leo este post de Cristian Campos y recuerdo el ensayo de Zaid, “Los demasiados libros”.
Se decidió alfabetizar a la gente pensando que los porcentajes de lectura se iban a disparar. Y efectivamente aumentaron considerablemente. Pero al tiempo el número de libros publicados se multiplicó. Estratosféricamente. De libros malos, porque el porcentaje de obras maestras no ha aumentado como debiera.
Esto supone que el número de grandes escritores y de idiotas permanece constante. Sacar a uno de la ignorancia, alfabetizarlo, no lo cura de sus males. Amplifica los efectos de la estupidez. Todo el dinero que cuesta enseñarle a leer tiene como principal resultado la entrega de un megáfono. La enseñanza a extraer es que todo idiota que aprende el rudimento de la lectura, en cuanto puede, sólo se expresa. Las personas inteligentes, civilizadas y prudentes que entienden lo que leen, que aprecian el complicado dibujo de la superficie e intuyen la trama que lo sostiene, le muestran a los libros y a quienes los escriben un respeto. Y usan esa capacidad –entender lo que otros dicen–para aprender, acceder a ideas nuevas o incluso a las propias debidamente formuladas.
Los idiotas que leen y se limitan a leer, que aparentan entender lo que leen, sólo acceden al disfrute de los detalles superficiales. Y eso, por alguna razón, les lleva a pensar que también ellos tienen mucho que contar. Al final del segundo libro ya tienen un borrador con lo que contarán en el suyo. Porque no leen para aprender o entender sino para verse reflejados. E inmediatamente nace el deseo de que su alma, pequeña, triste y gris sea debidamente conocida. Se identifican en un primer momento, mueren por expresarse en el segundo.
A esto le podemos añadir el analfabetismo funcional en el que viven. En los ejemplos que muestra Campos vemos dos problemas: 1 – No entienden una mierda de qué coño se está hablando y piensan que sí. 2 – Convencidos como están de su capacidad, inteligencia, perspicacia y acierto desean EXPRESARSE.
En un primer momento era considerado analfabeto quien no leía ni escribía y la prueba del nueve era garabatear su nombre y reconocerlo allí pintado. Hoy la demostración estandarizada es leer un párrafo, entenderlo y expresarlo con otras palabras, las propias. Entender un párrafo es una puta mierda. No da para cocinar una receta de las que vienen en los paquetes de macarrones. Quizá por eso las instrucciones de Ikea son un cómic. Un párrafo es analfabetismo funcional.
Si ascendemos y exigimos para considerar a alguien debidamente alfabetizado la comprensión cabal de un capítulo de un libro igualmente nos hemos quedado a medio camino. Un capítulo es una porción menor. Más complejo que el muy modesto párrafo pero claramente insuficiente. Hay quien adquirió la capacidad de leer un libro y entender los párrafos y los capítulos, pero completar la totalidad le lleva meses. Zaid ejemplifica la inutilidad de tales lecturas con la imagen de la lagartija que termina de ver, atentamente pero un cm2 cada vez y por espacio de meses, un gran mural. ¿Qué va a saber del cuadro la lagartija? ¿Qué puede haber visto sino porciones inconexas? Por supuesto no aprehende el sentido del cuadro y si cree que le ha encontrado alguno estarádistorsionado. Una habitación más otra habitación mas otra habitación mas otra habitación y otra y otra son sólo habitaciones rellenas de cosas inútiles e historias banales. Las instrucciones para la vida de Perec son otra cosa. Las piezas del puzzle apenas tienen importancia, sólo como partes componentes del puzzle montado.
Por supuesto en el caso del ensayo este problema se ve agravado. Un ensayo no es una colección de pensamientos. Es una idea construida por muchos pensamientos y los enlaces entre ellos. Sin enlaces no hay idea. Y no hay enlaces si entre los primeros pensamientos, los primeros datos y los últimos pasan semanas o meses.
Hoy ha de ser considerado analfabeto quien no entienda un libro. Pero ojo, que esto convierte a la práctica totalidad de lo que sale de una facultad en una fila interminable de inútiles incapaces de entender pero muriéndose por EXPRESARSE. Hordas de analfabetos funcionales escriben ahora los libros y hacen luego las críticas.