VIDAS PARALELAS

A mí Philippos zu Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, desde hace unos sesenta años conocido también como el Duque de Edimburgo, siempre me cayó bien. Y es que veo al DdE y me veo a mí de joven. Ambos somos intensos, llenos de pasiones y hasta cierto punto nos vemos encorsetados por nuestra excelente educación. Somos de esos hombres recios, masculinos, que sabemos quienes somos y dónde estamos, que no tendrían problema en morirse aquí mismo si necesario fuese o sólo conveniente. Tipos serios con pinta de intemperantes, externamente contenidos pero claramente exagerados. El DdE y yo somos de esos que beben hasta el amanecer o hasta que salga sol, lo que llegue antes, y que con la misma naturalidad rematan la noche en una cama con dosel con una morena de infarto o debajo del piano con unos vasos sucios. Hombres que saben resistir y que, con la misma elegancia, saben claudicar. Tipos a los que la enfermedad doblega pero no hace perder la compostura. Pues es la cosa que ayer, sobre la misma hora y a varios países de distancia, al DdE y a mí nos vino un malestar mientras celebrábamos con familia y amigos estas fiestas. Así un poco de pronto, provocado quizá por los clásicos excesos de estas fechas, empezamos con visión borrosa, y seguimos con mareos, vómitos, sensación de sudor frío y lasitud muscular. Nada que asuste, en principio. Para su edad está bien, dicen unos; los excesos se pagan siempre, dicen otros. El DdE aún convaleciente tras su operación y yo, completamente recuperado después de un sueño reparador, ambos manteniendo nuestro excelente buen humor, socarronería gallega y flema inglesa, os deseamos Feliz Navidad.

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