Leo la prensa y por cómo se comportan concluyo con espanto que en los USA ya nadie cree en Santa Claus. Esta no es buena noticia. Que pasen de los Reyes Magos de Oriente, que son los nuestros, ya lo tenía asumido. Cada uno se apunta, mas o menos, a lo que que mama de pequeño. Y allí Disney y CocaCola les dan, inmisericordes, el plomo con Santa. Tengo que decir que siempre me ha sorprendido que con su sentido del espectáculo insistan en despreciar el filón que para sketches y pelis de navidad suponen los RRMM. Tres tipos solteros, de mediana edad, lejos de casa, con acentos raros, cargados de paquetes y buscando un niño. Imagínate. Que si uno es gay, que si otro es tonto, que el uno se desespera y otro se despista y olvida todo. Que se han perdido, que dónde has puesto el paquete, que si no lees bien y confundes todo. Incluso el personaje del ilegal: como eres de oriente medio está toda la aldea aquí emigrada, unos en Wyoming, otros en Wisconsin. Coño, yo no soy guionista, pero ahí veo mucho material desaprovechado. Pero ellos ahí no se meten porque ya han perdido la fe en lo suyo, en Santa Claus, algo que rápidamente les pasará factura como nación. No hay nada peor para un país, para una sociedad, que no tener esperanzas y sueños. Es decir, no creer en mentiras. Si no nos creemos las de nuestros padres y madres, las de nuestros políticos; si desconfiamos de lo que nos cuentan, si nos mostramos escépticos, todo va a ir a peor. Primero eliminamos a los angelitos, cuatro, de las esquinas de las camas. Aunque esos casi ni los pillé yo. Luego se fue al carajo el Ratoncito Pérez. Y esa pérdida si que la sufrí en carne propia. Mal rollo, tío. Se te caen los dientes, sangras, sufres. Lloras en una cama fría con un pijama feo de esos que al sacarlo hacen chispas y ponen los pelos de punta. Mi vida es una mierda concluyes, mientras ensangrentado pasas la lengua por donde solía estar el diente. Pero cómo puede ser que el hueco sea el doble de grande que el puñetero diente, piensas pasándole la lengua por enésima vez. Sólo quedaba el consuelo del RP. Uno tarda unos años en darse cuenta que eso pasa siempre con las cosas que pierdes, que dejan vacíos mucho mayores de lo que parecen. Ahora voy al dentista, o a un entierro de un amigo, y me falta. Y finalmente están por desaparecer los RRMM, último bastión en el que algunos estamos fieramente atrincherados, porque ya nadie cree en nada. Ni en la Virgen que con rogativas acaba con la sequía, ni en Santa Clara para que en las bodas no llueva, ni en los políticos con sus programas para cambiar el mundo. Como alternativa nos proponen la pulsera PowerBalance con pasable éxito entre ministras modernas, exconcejales sin saldo en el móvil y autónomos en quiebra técnica. Melchor y compañía perviven sólo para quienes tenemos alma de niño, a cualquier edad. En general nos vamos quedando rápidamente sin mentiras en las que creer. En los USA están peor. Pienso yo que ya no creen en nada. Por eso se esfuerzan tanto por todo, que dan hasta grima. Leo en la prensa que hubo enfrentamientos con la policía, detenidos, heridos y algún muerto a la puerta de tiendas y centros comerciales. Hacían cola para comprarse unas Air Jordan 11 Retro Concord, que así de primeras yo no ubicaba qué era. Qué coño será eso con nombre de avión de la guerra fría, pensaba yo. Resulta que son unas zapatillas, revival de las del Michael Jordan en sus buenos tiempos. Seguramente molan, por las largas colas y las elevadas ansiedades de los colistas. Y digo yo que si todos esos en lugar de poner tanto esfuerzo esperando y peleando para conseguir las cosas hicieran un esfuercito en creer en las mentiras de los RRMM, Santa o los políticos, con poner en una carta lo que les gusta ya estaba. Pero como no creen no piden y van se matan por conseguirlas. Y así les va. Peleas a la puerta de las tiendas por unas Air Jordan 11 Retro Concord. Para entrar y pagarlas. Empiezan con esas y van a acabar peleándose por tonterías. Yo, como todos por aquí, tengo miedo de dejar de creer en los RRMM, porque sé que iba a sentir el hueco enorme, mucho más grande del que ocupan, como si fueran tres muelas. Soy un cagueta, mire usted, y prefiero seguir como estoy. Y lo que voy a hacer es vestirme con mi pijama de poliéster y añadir a mi carta a los RRMM las zapatillas esas, que no es que me interesen. Es por el vicio de verlas. Total son gratis. Y si no las traen, será que no las merezco. Ventajas de creer ciegamente en las mentiras que nos cuentan.