Leo el periódico y es todo un ir y venir. Un sobresalto. Los mandamases de las cajas van cayendo uno tras otro, todos por el mismo asuntillo. Esas jubilaciones que de tan anticipadas y cuantiosas son veloces y blindadas, adjetivos de la blitzkrieg. Se nos metieron dando un rápido rodeo en donde teníamos los dineros y aunque ya todos lo sabíamos, ahora que hay crisis, llegan los fiscales y gritan ¡Qué escándalo! ¡Aquí se juega! y mandan desalojar. Yo imagino a los fiscales con guerrera blanca y ros, como Renault, aunque se que van de negro. Sólo que un poco más tristes y sosos, menos cínicos y divertidos. Al fin y al cabo esto es una crisis, no una guerra. Y haciendo esfuerzos por creerse a si mismos detrás de una pila de códigos y decretos, autoengañándose. Pensando que de verdad no lo sabían y en quién puede que recuerde que sí lo sabían. Porque ellos, de saberlo, digo, hubieran actuado antes y no habrían ido a todas esas cenas, comidas, congresos, simposios, celebraciones y saraos. No hubieran aceptado todas esas entradas para conciertos, óperas, exposiciones y estrenos que las respectivas obras sociales repartieron gratis total. No hubieran dicho lo que dijeron en los actos de entrega de medallas, honores, reconocimientos, placas e inauguraciones. Ni ellos ni todos los demás. Jueces, Delegados del Gobierno, Subdelegados de lo mismo, Consejeros de Comunidades, Presidentes de Comunidades, etc. Pero, ¡Quién podía imaginarlo!