De los cero a los veintiuno el mundo era gris, plomizo. Suavemente desenfocado. La gente no tenía la más mínima consistencia, era leve, un reflejo en un cristal. Se afanaban en cosas simples pero incomprensibles. No recuerdo nada verdaderamente interesante aparte de romper cosas para ver cómo funcionaban. Quizá algunas imágenes bonitas. El cielo en movimiento desde el asiento de atrás de un SIMCA 1000. Una playa preciosa de arenas grises y rocas negras por las que correr y saltar. Un bote de leche condensada todo para mí. Hormigas corriendo en todas direcciones tras inundar el hormiguero.