ANTES CON LA MIRADA

Amanece y llevo un rato fumando, haciendo tiempo. Una noche, en concreto. Conteniendo mis ansias de salir corriendo, de llegar, aunque sea antes de tiempo. De entrar en el tráfico, de mover los brazos y los pies coordinados. De conducir, de moverme, de ver pasar las cosas, rápido, rápido.

De calcular, en silencio, detrás de un cristal, concentrado, el tiempo que falta. De odiar las paradas, los semáforos, y las señoritas de los peajes. Los bares de carretera, bocadillos de pan duro y caña, los baches en las curvas, las caravanas. No me veis, no me ven, no notan mis ansias. No pongo la radio, que me distrae y prefiero, con mucho, agotarme, obsesionado, cantando gritando desafinado.

Pienso en las vidas perdidas de los que hicieron sin pensarlo la carretera, larga, recta, ancha, por la que marcho a tu encuentro. Ni lo sabían ni imaginaban. Les quedo agradecido, pero ahora, que se aparten. Y esa cinta, negra, caliente, y de tan caliente blanda, ya no sé si me acerca o me separa.

Te imagino esperando, aún dormida, o en la playa poniéndote crema en la cara. O en tu habitación, sentada, paseando, probando bikinis y bragas. Ropas y adornos que pudieran, inútiles, distraer mi mirada y entretenerme al desnudarte. Con las manos después, pero antes con la mirada.

El coche obediente empuja el viento a los lados y el camino debajo, y se calienta del sol, del esfuerzo y contagiado de mi alma. Y pasan las horas y los soles se me vuelven lunas y ya sólo me sostiene el cansancio de no estar a tu lado.

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