SÁBANAS AYER TAN BLANCAS

El día es blanco, la habitación es blanca, las sábanas lo eran ayer, tus tetas están blancas y tus bragas son naranjas. Saltas sobre el colchón, contenta, y los gritos rebotan hasta la ventana y se despeñan al jardín. Tropiezan en palmeras y arbustos y ruedan a la piscina, donde quién sabe porqué se hunden unos y flotan otros. La luz de la mañana te envuelve y te viste y en ella el humo de mis bocanadas, del cenicero en la almohada y de la colilla casi acabada, dibuja espiras que con tus piernas se aplastan. De dónde salieron esas alegrías, todas esas carcajadas, esos ojos brillantes de mujer follada. De dónde salimos nosotros que sólo nos tenemos y no tenemos nada. Qué día es ahora esta mañana. Te ríes y todo eso y todos los miedos me importan un bledo. Llevas las uñas pintadas y en el suelo en montones nos esperan las horas que faltan, pantalones, faldas, otras bragas, ceniceros, libros, cuadernos, bañadores, toallas. Tengo los ojos entornados y a pesar de todo me entras por ellos y con tu belleza me apuñalas. Me río contento y no sé de qué, ni porqué. Contigo, de nosotros, de pura alegría. Es mañana y salimos, primero de la ducha, colorada, quemada, frotada. Con la piel rascada con esa rabia de sentir más y más cada cosa que pasa. Luego, seca la piel pero la cabeza mojada a la luz despiadada de casa blancas, llenas de luz blanca, bajo un cielo tan blanco que hace sombras blancas. Corremos calle abajo y nos perdemos entre macetas coloradas colgadas de esas puertas, ventanas, fachadas, y nos vamos, pero sé que tu risa quedó, en la habitación, en el jardín y la piscina, en recovecos, paredes y esquinas toda pegada.

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