Despertar en la playa, reseco como una ciruela, tostado. Sentir el viento en la cara, la sal en los labios, la luz en los ojos, la arena en las manos. Sentir el alcohol queriendo quedarse y la vejiga queriendo sacarlo. Sentir el tiempo parado, y el mundo y las piernas doblados. La boca pastosa y el pelo enredado. Y ese olor a limpio que tienen las olas, a whisky, a tabaco, a perfume de piel, que el viento me trae, qué salado. Y esa erección, también, siempre, en la playa, vestido o mojado. Y abro los ojos y te encuentro de frente, saliendo del mar, desnuda, en bragas, y llevas las gafas. Salir de la ducha no es nada si ves a la venus saliendo del agua. Se me clavan las llaves en el bolsillo y el paquete de tabaco está aplastado y sólo pienso en un desayuno de besos salados, que esa camarera, morena cachonda, me trae a la cama. Te espero vencido, tumbado, pero aviso, no derrotado. Brillas húmeda y brillan esas bragas que son bikini ahora. Deslumbras, morena, y cierro los párpados que siento rasposos como suelas de zapatos. En ese paseo que te trae desde el mar te veo venir, a cámara lenta, suave, meciendo o mecida por las ondas de agua. Y tengo tiempo para encender un cigarro que desatasque los mil de la noche, que queme el alcohol aún no procesado. Y sé que lo compartiremos y lo devolverás mojado con una sonrisa y un beso. Y tiemblo de ansia, la vejiga me aprieta, el sol me deslumbra y mi polla revienta.