Le señalé un cajón. El hombre se sentó en él.
–¡Excelente! Usted es mi hombre. Permítame que le haga mi propuesta y le presente algunos documentos en los que apoyarla. ¿Puedo poner todo esto en el suelo?
– Le ruego que sepa adaptarse a las circunstancias.
Albert Vigoleis Thelen – La isla del segundo rostro