Cuando dejas de comportarte como una dama. Cuando cualquier atisbo de moralidad, de costumbre, de respeto o regla se han borrado de tu rostro. Cuando lo único que cuenta es el placer del sexo, el deseo desatado, la carne palpitante. Cuando incluso palabras como salida, guarra o puta son inaplicables porque no hay lugar mas que para el deseo mas básico, sobrepasadas ya las categorías, es entonces cuando me pareces mas bella. Es en esos instantes en los que pienso cuando pienso en ti. Convertida en eterna diosa de placer palpitante. Simultáneamente singularidad cósmica en la que este goce nace por vez primera y agujero negro que lo absorbe, lo aspira y con él el aire a mi alrededor. En esos instantes efímeros percibo cómo me necesitas, pero no te hago falta. O al contrario. Todo ese placer que es egoísta y avaro, explota, se desborda, sobra. Nace en ti y no contigo. No soy necesario ni participe, solo testigo de la explosión, tu testigo. Arrasado por los fragmentos que salen disparados.