Yo tenía un monopatín naranja en la época en la que no había skaters, una bicicleta blanca a la que quité los guardabarros y despellejadas las rodillas. La música era un disco negro y grande y brillante y lo rascaba una aguja mientras lo miraba girar. El mundo era de colores desvaídos y la tele en blanco y negro. Sin embargo lo recuerdo todo gris. Sólo el cielo, del que caían gruesas gotas durante meses, estaba más triste que yo.