El sol se ha ido y nosotros, con retraso, lo seguimos hacia el oeste, buscando otro mar entretenido en pulverizar piedras para hacernos playas. El calor es el mismo, el ruido es el mismo y nosotros ya somos otros. Es el mundo que se achica, quizá porque lo consumimos a la velocidad de nuestro deseo. Porque es grande pero banal. Porque tiene densidad pero carece de sustancia, de la que nosotros vamos sobrados. Somos salsa y los caminos que devoramos quedan rezumantes de un olor que nos envuelve pero, saturados, ya no somos capaces de oler. Somos, tu y yo, la causa del universo, solipsistas agotándonos intentando ser. O tu me sueñas o yo te sueño o nos soñamos ambos y nuestros sueños chocan. A un lado cada uno de un freno de mano que nos obstinamos en obviar. Tras un cristal en el que se estrellan cientos de insectos con ruido de cacahuete o de pistacho. No es gratis avanzar en la noche, rápido, por un camino desconocido.