Leo que Bárcenas demanda al Partido Popular por improcedente y no puedo más que asentir. Y es que hoy en el Partido Popular, ya sea por la boca de piñón de Soraya, la boca de lobo de Cospedal o la boca callada de Rajoy, todo son improcedencias. Y moscas. Con esto que quizá quien mejor esté llevando la cosa sea Mariano, que abre la boca lo justo y se ríe lo imprescindible. La última vez que lo vieron fue en el 95, con el quinto Tour de Indurain. Pero es que releo la noticia y no se trata de que Barcenas se sume a la opinión general, esa que, cada vez más, comparten los militantes de su partido. Bárcenas demanda porque, al parecer, lo despidieron en el 2010 con efectos a Diciembre del 2012 y no se le había pasado el plazo para reclamar su indemnización. Antes de la crisis ya se estaba pagando a proveedores a 180 días, pero ahora se despide a 720, lo que viene siendo no sólo una ocurrencia sino también un récord absoluto. Sólo acumulan ese retraso los hospitales en los pagos a las malvadas empresas farmacéuticas, lo cual podría llevarnos a suponer que Génova es ya un pabellón de terminales y el ex-tesorero está amenazando con no suministrar más oxígeno. Lo cierto es que Barcenas podrá protestar, pero no creo que sea por falta de preaviso.
Para mi tengo que a Mariano le gustaría reír más, pero no le dan un respiro. Es lo que ocurre cuando uno se rodea de opositores, gente sería, competente y trabajadora, que desaparece el humor inteligente y uno acaba riéndose de lo estúpidos que son, creyéndose tan listos. Es esta una risa amarga y cínica, en la que reconocemos nuestro lado más malvado. Ese que tiene un punto de envidia y otro de pasmo ante su cuadriculada percepción del mundo, tan alejada de lo que ve un tipo cualquiera con algo de cordura. Ellos salen a explicar sus cosas, que las llevan perfectamente aprendidas y resulta que la gente que escucha no son un tribunal de oposición formado por otros opositores. Los despidos en la vida real son otra cosa y así que la hemos liado.
Hoy, respecto a Bárcenas existe un extraño consenso en la opinión pública española, algo que quizá no se repetía desde que Jesús Gil, QEPD, transitaba de plató en palco, parando en el salón de plenos. A Pedrol Rius le preguntaron en una ocasión cuál era su opinión sobre Gil y contestó: La general. Aquel hombre podía decir las cosas de tal modo que si hubiese sido espía las grabaciones no valdrían para condenarlo por colaborar con el enemigo. Yo no soy tan sutil y sólo se me ocurre lo de las moscas y los moribundos, que son imágenes socorridas, pero manidas. Y añadir que espero ansioso la cita entre Barcenas y el PP en el SMAC, que suena a hostia con la mano abierta. O a beso de tornillo.