Cada enfermedad supone un padecimiento y un personaje. Cada dolor tiene un teatrillo propio. En parte lo impone el propio dolor, la enfermedad. Pero en gran parte nos viene impuesto. Has de comportarte como los cuidadores esperan, como se han comportado cientos antes que tu. Esto es mucho más evidente en enfermedades leves y difusos padecimientos psicológicos.
Los niños y los futbolistas repiten cara y gestos siempre que caen de la bicicleta o un contrario les hace falta. Y exageran una cojera imaginaria que se olvida al reiniciar el juego. Todos los drogadictos se comportan igual y sufren haciendo los mismos aspavientos. La ansiedad de no fumar no resulta creíble si el aspirante a temperante no cumple determinados ritos, formula las quejas correctas, muestra el adecuado nerviosismo.