Las mariquitas, esas muñecas recortables, tienen culo. Las dibujan de frente y con braguitas blancas y recatadas, bragas cumplidas. Y así dibujadas no se les ve. Podría decírsele imaginario, a ese culo, pero no sería exacto. No puedes dibujar un barco con chimeneas humeantes navegando el papel de izquierda a derecha y pretender que no existe babor. No los vemos, pero están ahí; los babores y los culos. Yo miraba los papeles y siempre quedaban un bordo y un culo por concretar. Ya existen, pero no han sido dibujados.
Yo soy el niño que le daba la vuelta al papel por verles el culo, la forma de las bragas por detrás y cómo cerraban los sujetadores. Aunque sólo las mariquitas más atrevidas traían sujetador, también cumplido, como bikini de abuela. La mayoría venía con camisetilla de tirantes finos que molaba menos, pero había que conformarse. A algunas la camiseta se les levantaba un poco en la barriga y se veía el ombligo.
En mi ansia investigadora entraban también las muñecas de mis primas y a esas les daba vueltas, les levantaba las faldas, les sacaba las bragas y las manoseaba mucho. Como probando algo. Notaba en mí un disfrutar que no era jugar. Y todas esas maniobras estaba mal visto que las hiciera yo, cosa que no entendía porque ellas, las primas, lo hacían a todas horas y no pasaba nada. Estas curiosidades de revolver mujeres, de papel, de plástico y de lo que sea o bien no las agoté de niño por esos remilgos de los mayores o, más me inclino por eso, han resultado ser inagotables.
Hoy las mariquitas de culo omiso siguen produciéndome mucho cosquilleo y al verlas resucitan imaginaciones dormidas y sueños despiertos. En bragas y camisita pretenden ser un poco asexuadas. Nunca tienen tetas, cruzan un poco las piernas, las bragas son blancas y el rostro angelical y sonriente. La actitud, la vestimenta, incluso el gesto, pretenden ser neutros. Sólo a tipos como yo las mariquitas les llevan a pensar, precisamente, en lo que se pretende evitar. Y en esos culos que, creen ellos, si no se dibujan no existen.
La magia se produce con las ropillas recortables. Enfermera, profesora, científica, novia. Cuántas mujeres en cada mujer, cuántas posibilidades, cuantas imaginaciones. Cuántos culos. Mis muñecos de chico eran todo pistolas, cohetes, vaqueros y soldados. Eso me aburría así que mis horas se iban investigando el interior de despertadores averiados mientras con el rabillo del ojo vigilaba las nancys de los alrededores, que cada media hora se me presentaban disfrazadas de un personaje distinto.
Si en ropa interior eran asexuadas en cuanto las vestían la cosa cambiaba. Yo recuerdo mucho el de enfermera, con su cofia, su crucecita roja, faldita a la rodilla y zapato blanco. Llevaba un fonendo colgando al cuello. También me encantaba la bombera. Con uniforme azul marino y casco de bobby sostenía con mirada inocente una manguera roja, gruesa e hinchada. El traje de novia no me ponía nada y había que esperar al de amazona, con botas y pantalón marrón, muy anchos en el muslo, y gorro y fusta, para que volviera a subir la temperatura. El de azafata era la caña.
A esos atuendos les imaginaba el culo. El que más me ponía era el de enfermera porque añadía unas tetas considerables que no tenía la muñeca. El de la enfermera es lujurioso por definición, abnegado, de guardia, dedicado a los demás en cuerpo y alma. Entregado a aliviar el sufrimiento, y si no se puede, a acompañarlo. El culo de la enfermera transparenta bajo las batas que se ponen.
La azafata llevaba un uniforme azul, con la falda más corta y un bolsito en bandolera. Llevaba un gorro legionario en color azul y una línea dorada. Estaba estupenda y se imaginaba uno, que aún no había subido a un avión, ese culo alejándose por el pasillo. Yo, en mi cabeza, componía la escena poniéndole el uniforme a la profe de lengua, que era la más cachonda. Así me veía yo de pasajero en mi pupitre de madera rodeado de azafatas en cámara lenta. De culos de azafatas en cámara lenta.
Las niñas jugaban con las mariquitas y las vestían, igual que a sus muñecas, de mil cosas distintas. De fiesta, de mamás, azafatas, enfermeras, científicas con un cazamariposas, de novias, de bomberas. Ahora tienen ellas el ansia de ser todas esas cosas, de andar por ahí con microscopios, con cámaras de fotos, con batas blancas y uniformes azules. Y yo ahora en vez de mirar mariquitas puedo mirar a esas mujeres y me muero por ponerles y quitarles ropas. Desnudarlas y vestirlas. Hoy de geisha. O de minera. O de stripper. Mañana de secretaria, de fotógrafa o colegiala, ya veremos.