La totalidad de las experiencias sublimes de la existencia —el amor, un orgasmo, un hijo, la muerte— están al alcance de cualquier imbécil. Eso nos resulta insoportable y por distinguirnos y elevarnos las envolvemos en adjetivos maravillosos, metáforas evocadoras, comparaciones exageradas y vanas teorías. Mientras nos entretenemos cazando en el páramo del diccionario el adjetivo perfecto, como otros el unicornio, ellos aman, follan y mueren de verdad. Porque el verbo basta.