El tonto inerte. Los sabios que produce la ciencia y que a su vez producen la ciencia llaman tonto inerte a aquel que ni de suyo ni de resultas de provocación ad-hoc reacciona con la materia de su entorno. Los sabios más sabios de entre todos los sabios lo comparan con la materia oscura, ese enorme porcentaje del cosmos, casi el 90%, que sabemos que está pero ni idea de para qué o dónde. Antes las metáforas venían por el lado de los gases nobles también llamados gases inertes, pero la ciencia avanza que es una barbaridad aunque los tontos permanezcan y es mejor dejarlos atrás y obviarlos, los gases, porque han descubierto que en realidad en ciertas ocasiones sí reaccionan. El tonto inerte, antes sinónimo de tonto gaseoso, hoy ya no, nace, crece, se reproduce si las circunstancias se presentan idóneas y muere sin molestar mucho. Los tontos inertes podrían ser esa mitad de tontos oculta al ojo que se encarga de mencionar Don Francisco de Quevedo: “Son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen”. Cómo el poeta en el cada vez más lejano siglo de oro se las arregló para detectar esa mitad de tontos no aparentes queda el misterio. (Vid. infra tonto inactivo.)