AVANZAR RETROCEDIENDO

Es verdad que nos suicidamos demasiado tarde y por razones equivocadas. Y también lo es que morimos demasiado pronto y sin razón alguna. Esto da la medida del fracaso al que estamos abocados, del desastre de arrastrarnos por el tiempo. El pecado original es la osadía de haber nacido, la arrogancia de pretender existir. Y éste no se expía ni dejando de ser ni resistiéndose a dejar de ser. Advertir esta evidencia condena al lúcido a caminar a tientas sin luz al final del túnel, al castigo de respirar sin sentido, a la penitencia de avanzar retrocediendo. Por ello no conviene cuestionar certezas, ahondar en dudas o pretender explicaciones. Por ello es conveniente abrazar banalidades, chapotear en aturdimientos y obviar contradicciones.

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