Ha salido un nuevo manifiesto. Lo publica el digital Publico. Yo, harto de letras y literaturas melifluas, de medias tintas, medias raciones y cañas, decidí hace unos meses, en plena pandemia, coleccionar manifiestos. Así que no de esperanza falto volé tan alto que a los antifascistas di alcance total para nada.
Este de los intelectuales, artistas y sindicalistas animando a la expulsión de la extrema derecha del gobierno regional madrileño lo voy a bajar en un .pdf e imprimirlo. No lo voy a encuadernar como Viejecita con las cosas de su interés porque no lo merece, y no me refiero a Viejecita sino al manifiesto. No descarto que el día de mañana, en el invierno de mi vida, me dé por dejar ordenadas mis manías para menor molestia de las descendientes. Indiscutiblemente les será más fácil tirar a la basura diez manifiestos de esos que coleccionaba papá de una tacada, debidamente ordenados, foliados y encuadernados, que hacerlo de uno en uno. Creo que se llama economía de escala, por las anchoas que también vienen en latas con varias unidades perfectamente ordenadas, pero no me hagan mucho caso.
En un manifiesto uno sólo busca un lenguaje exaltado, adjetivos rotundos pareados con sustantivos esdrújulos. Ecos del Apocalipsis del Libro, atisbos de un Génesis. Lo cierto es que sólo en ocasiones encuentra uno fugaces chispazos de esa rabia que precede a la verdadera locura y que tan tendentes somos a confundir con genio. Generalmente, he descubierto, son decepcionantes. Ello supone que de los muchos escritores de manifiestos sólo una minoría merecen tal nombre y las públicas alabanzas sus carismas merecen. En mi opinión sólo a los escritores de las letras de los tangos dejarán entrar las musas en el Parnaso antes que a los verdaderos autores de Manifiestos. Esta tontería me ha llevado a revolver, otra vez, en mi escueta colección que espero ir aumentando.
Uno puede leer, por ejemplo, en el “Manifiesto de la Comuna Antinacionalista Zamorana”
“Se declara fundada por el presente manifiesto la Comuna Antinacionalista Zamorana (C.A.Z.), que proclama como su función esencial combatir de hecho y de palabra (y tanto mejor si en tanto los hechos y las palabras vienen a confundirse) por la desaparición del Estado Español y del Estado en general -entidades ambas suficientemente definidas en su realidad abstracta y administrativa- y por la liberación de la ciudad y comarca de Zamora, sobre cuya indefinición ha de volverse en el curso del presente manifiesto.”
No se puede negar que hay intención y ganas (combatir de hecho y de palabra). Pero de inmediato advertimos que se pierde en explicaciones. Un manifiesto no es un estudio, un ensayo, una lección. ¿Qué coño ese eso de “una realidad abstracta y administrativa”? Un manifiesto ha de ser una llamada a la acción. Paradigma de ese pecado es el “Manifiesto Hedonista” que, por ejemplo, nos dice:
“Hay quienes van de rebajas y saldos y se ufanan de sus economías. A la larga siempre los veréis desaliñados, cuando no sucios y raídos, cosiendo y zurciendo rotos. Otros prefieren invertir con generosidad y conservan su vestimenta pulcra y tersa durante muchos días de su vida.”
Este párrafo quizá no desmereciera en el inicio de una de esas deliciosas columnas que enviaba el más diletante Camba desde Berlín, o en una crónica parlamentaria de Fernández Flórez, tan justito él siempre, hablando de un diputado socialista, pero, convengamos, no es el tono de un manifiesto. Uno espera un tono tonante.
“Los tigres se perfuman con dinamita” no es un manifiesto al uso. Es una “colección de textos” del colectivo Estrujenbank y la coloco en el estante de los manifiestos por eso de que parecen estar algo pirados y porque se autoeditan/ban. Lo cierto es que el libro este, “Los tigres etc.”, es una cosa bastante cercana a un manifiesto; a un manifiesto dadaísta o daliniano, aclaro. Un texto fundacional absurdo bajo el cual, o tras el cual, podría ampararse cualquier cosa. Un manifiesto que quizá ni él mismo sabe que se trata de un manifiesto.
“El pesimismo es siempre obsceno, el optimismo una cobardía, y la nostalgia debilita nuestro poder de reacción ante los acontecimientos actuales; pero pretender que todo va bien, que vivimos el mejor momento de nuestra historia, sería creer en un espejismo estúpido. En realidad, las cosas no nos van tan mal, pero tampoco van muy bien.”
Uno empieza a leer esto y se anima, siente cómo se le encrespan los pelos de los antebrazos, se revuelve en la silla. Avanza uno en la lectura y el ritmo es bueno, le va faltando el aire, anticipando el esfuerzo de la acción a la que le de seguro de inmediato llamarán. Hasta llegar a la última frase. ¡Pero qué mierda es esta! piensa. “En realidad, las cosas no nos van tan mal, pero tampoco van muy bien”. Qué es eso de bajarse a la realidad. Qué es eso de que las cosas no están tan mal. Qué es eso de usar un “pero”. Esas dudas, ese sí pero no, ese no posicionarse podría entenderse escrito por un gallego. Manifesto da galeguidade, quizáis. Toda la aparente llamada a la acción se disuelve, de inmediato y para siempre, en una llamada a la reflexión, a la consideración, a contemporizar. A la contemporizacionalización que diría Satur. Puede que sí, o quizá no. Eso, es evidente, no es un manifiesto.
“Las clases medias por todas partes están expoliadas. A pesar de que constituyen la fuerza más dinámica de la Humanidad, nunca han sido reconocidas, siempre han sido combatidas por enemigos poderosos que las han estigmatizado y vilipendiado como fuerzas reaccionarias y pragmáticas, sin valorar la fuerte carga idealista que han sabido desplegar. Se las ha perseguido, torturado, asesinado, hasta intentar exterminarlas. Ahora se ven expoliadas por las castas que han hecho del parasitismo fiscal su modo de vida. Es hora de que las clases medias se organicen y levanten para defender una civilización que se tambalea, cegada y desarmada por sus autoproclamados lideres morales.”
Este párrafo de “El manifiesto de las clases medias” lo traigo como ejemplo de cómo escribir manifiestos. Hay que buscar un tono tonante, eso ya se dijo, un ritmo perentorio y palabras grandes y resonantes, aunque estén vacías, o quizá palabras vacías porque son las que resuenan. Expolio, la Humanidad (con mayúsculas), los enemigos poderosos, los intetos de exterminio, las castas, el parasitismo fiscal. Todo perfecto hasta aquí y luego, lógicamente, como debe ser, la llamada a la acción: Es hora de la organización y el levantamiento para defender la civilización. Os tempos son chegados &c.
A mi me parece una pena que Cioran no haya dejado, al menos formalmente, algún manifiesto. Yo le tengo pillado alguno pero seguro que fueron despistes. Ciorán, el aburrido, el vago, llamando a la acción sólo podría ser un error de traducción. No obstante sí hay párrafos que si bien no son técnicamente manifiestos sí se confunden con ellos.
“Los pueblos que no tienen el gusto de la frivolidad y de lo aproximado, que viven sus exageraciones verbales, son una catástrofe para los demás y para ellos mismos. Se obstinan en lo trivial, toman en serio lo accesorio y hacen una tragedia de lo nimio. Si a eso añaden una pasión por la fidelidad y una detestable repugnancia a traicionar, no se puede esperar de ellos más que su ruina. Para corregir sus méritos, para remediar su profundidad, es necesario convertirles al Sur, inocularles el virus de la farsa.”
El manifiesto “Ahora sí” dejé de leerlo en el tercer párrafo ante la falta de concordancia de tiempo verbal así que sobre su calidad como manifiesto sólo tengo una opinión limitada, sesgada y negativa, claro. Pasé entonces a curiosear, porque uno es humano, el listado de suscribientes, que no escribientes, y encontré la firma de David Araujo, “Estudiante, ecologista, vegano y futuro promisor para intentar cambiar el mundo” y, la verdad, todo cobró sentido. No voy a dar cuenta de todas mis investigaciones y de cómo llegué a esta conclusión pero creo que quizá la autora del texto sea una mujer que se identifica como “Catedrática de Lengua y Literatura, poetisa (jubilada)”. En general los amantes de la literatura con cargo de funcionario se suelen jubilar de sus empleos y seguir ejerciendo de poetas, pero en este caso, como uno esperaría de un autor de manifiestos, esta señora va contracorriente.
Ya disfuté con este texto suyo, MGaussage, cuando lo puso en EyB
A mí me gustan los manifiestos, siempre que sean concretos y personales. Por ejemplo, estuve todos los sábados durante como un año, en una mesa, con manteles blancos ( heredados de mi abuela), para reunir firmas, personales y no partidistas, en defensa de aquél manifiesto de los intelectuales para que todo el mundo en toda España, tuviera el derecho y el deber de usar el español ( los intelectuales se acoquinaron y dijeron » castellano» ).
Nos venían catalanes, vascos, gallegos, y de todas partes, y anarquistas, comunistas, de las juventudes del PP, a firmar, en cuanto veían que no llevábamos colores de ningún partido. Todos menos los del PSOE, claro, que eran los tiempos de ZP. Y todos firmaban porque les afectaba a ellos.
Reunimos más de 7.000 firmas, sólo en mi mesa.
¿ Y qué fue de aquellas firmas ?
De aquellas firmas, nunca más se supo.
En cambio, hay libros, como «Los que vivimos» de Ayn Rand, que se disfrazan de novelas, y que en realidad son manifiestos. Y de esos hay muchos. ( L’Espoir, de Malraux es otro ejemplo … )
Y sus relatos de usted, o los de Gomez, los incluyo en la categoría.
Espero que esto que acabo de escribir , no le moleste, que lo digo con admiración