Hay un cuento de Sergi Pámies que empieza con una frase estupenda: Cuando el ñu entró en el bar, el portero creyó que era cosa del dueño, y lo dejó pasar. Sé que aparece en el librito titulado Infección porque siempre pienso que es en Debería caérsete la cara de vergüenza y ya he aprendido que es en el otro. Yo creo que es un comienzo estupendo, pese a que para mi gusto las comas sobran; yo, el que esparce comas, criticando el exceso. Cosas veredes. Luego ya nada. Luego ya sólo cosas sin importancia ni mucha gracia. Al ñu le apagan un cigarrillo en el ojo y, claro, se enfada y se marcha y embiste en la Diagonal a un Porsche rojo en el que iba el dueño del bar, que en realidad era un pub pero la frase inicial con pub perdería mucho. Unos lo pronunciarían bien, pav, y otros muchos, yo incluído, dirían pub, así como se escribe. Léase en voz alta la referida frase al inicio a la letra transcrita en las tres variantes que se apuntan y se advertirá la pérdida de sonoridad y poder de evocación. Desaparece el cincuenta por ciento, cómo mínimo, de la sorpresa y la extrañeza. Como si la aparición en un pub, o en un pav, un ñu fuese menos sorprendente que en un bar. El cerebro funciona así. El ñu enfadado, y quién no, y con el ojo enrojecido embiste el coche del dueño que era rojo, como ya se dijo. En la Diagonal, detalle que no tengo yo nada claro pero, a estos efectos, doy por bueno porque sitúa la acción en BCN y allí hay pubs y Porsches. Ñus no se sabe o yo no tengo noticia aunque si con el hiato hay delfines en Venecia a ver por qué no vamos a encontrarlos en la Diagonal o en el Paseo de Gracia o pastando en el Parque Guell. Un ñu, para quien visite Barcelona lo digo, es como una vaca despeinada con cara la larga de un bull terrier. Por si paseando por la Ciudad Condal cree ver uno sepa que tienen cara alargada y pasmada con ojillos que de diminutos parece que no sirven. Por ese tamaño y porque los tienen un poco a los lados de la cabeza, como todos los animales que son presas y no cazadores, sabemos que los ñus, o los ñues, son bichos de natural tímidos y huidizos, que hay que putearlos mucho para que le embistan a uno, cono por ejemplo apagarles un cigarrillo en uno de esos ojillos. El caso es que en la Diagonal, afirmación que ha de entenderse con las limitaciones ya expuestas, el ñu de Pámies embiste a un Porsche rojo aparcado en un semáforo. El rojo, aquí, se explica porque el Sergi, creo yo, asume que todos los bichos con cuernos tienen un algo de toro bravo. El asunto es que el rojo, con esas farolas de vapores de mercurio que ponen en las avenidas no se ve rojo y, que se sepa, un ñu no es un toro de lidia. El conductor del Porsche era, como se dijo, el dueño del bar/pav acompañado por una golfilla, un ligue de una noche de esas que se levantan solas, que ellas solas se ponen a tiro y aprietan el gatillo. El asunto es que en la Diagonal, en un semáforo en rojo, el ñu con laceraciones en la córnea, el Porsche rojo, el conductor dueño del pub y la moza tan fácilmente prendada de este, arden en una pira que lo mismo los castiga a todos purificando el pecado como ensucia el aire de hollín y peste a carne quemada. Quién sabe. Yo le quitaría las comas y volvería a empezar, a ver qué pasa. Cuando el ñu entró en el bar el portero creyó que era cosa del dueño y lo dejó pasar.
ÑU, como podía haber sido una búfala de esas que dan leche para el queso Italiano de las pizzas.
Es que no aprendemos en este etéreo patriarcado nuestro.
Ñu era grupo para jivis creo recordar.
Pues yo cuando he visto lo del ñu, me he imaginado que era un alce, paseándose tan contento por el centro de Cicely, y metiéndose en el bar de Holly . Y me ha parecido muy natural.
(Con esto del confinamiento, cada noche, después de cenar, a las 8, vemos un capítulo de Doctor en Alaska).
Ostras, cada tarde antes de la cena, y con una cerveza o copa de vino, nos leemos un cuento corto. Quim Monzó, Chejov, y ayer Pàmies: uno muy bueno sobre «cambiar de costumbres».
Hoy me toca a mí, y creo que ya lo tengo.
Una costumbre estupenda, la verdad. Para abrir el apetito. :))