Podría escribir las estrofas más tristes tras el crepúsculo, de tres en tres, entre el centeno. Escribir por ejemplo que las vidas son los ríos, fontes y regatos pequenos que van a dar a la mar, que estaba salada. Que en la luna gime el viento y alza en blando movimiento tu falda corta y azul. Que no me gusta que a los toros no te pongas bragas y que vivir así es morir de amor. Que te seguiré vayas donde vayas, y si es a la playa ponte el bikini de piel que yo cargo tu maleta de rayas. Que te seguiré llevando ramitos de violetas y nardos apoyaos en la cadera, aunque me acusen de acoso. Que, digan lo que digan, tienes veneno en la piel pero no es de plástico fino, es real y mejor que la vida misma. Que mueves la tibia y el peroné con tu andar animal y yo tengo celos de tu vida social. Que comerte sería un placer, Venus salida del bar, como hicimos conversando con esa bayonesa y el café. Que la culpa fue del chachachá y que donde las dan las toman. Que yo volver, volver, volver y tú, para, templa y manda, el pasmo ya no anda. Que cambio el rosario de mi madre por el recuerdo de cuatro rosas del color de tu ropa interior. Que las tripas me hicieron gua y para mí ya no hay consuelo y por eso me encurdelo pa’ olvidarme de tu amor.