Por el documental “La Ley Seca”, tres largos capítulos en Netflix, supe del abogado de Chicago George Remus. Berlinés, llegó a Chicago, IL, con cinco años y se hizo farmacéutico a los 17 y abogado a los 24. Tuvo fama como criminalista y dizque fue quien se inventó lo de la enajenación mental transitoria como argumento de defensa. No le coló y su cliente fue condenado. Al empezar la prohibición advirtió tres cosas, a saber: 1) los criminales a los que defendía ganaban mucho más que él 2) no eran más inteligentes que él sino que, por el contrario, eran mucho más tontos y 3) la Ley Volstead era técnicamente muy mala. Visto lo cual se trasladó a Cincinatti, OH, zona en la había muchísimas destilerías en quiebra por no poder vender el licor que tenían almacenado, y compró de saldo todas las que pudo. Fundó compañías de transporte y con sobornos consiguió permisos de transporte para distribuir el alcohol a las farmacias como medicamento. Por pura mala suerte le robaban todos los cargamentos gángsteres sin escrúpulos que resultaban ser sus propios hombres. En 3 años hizo, actualización del IPC mediante, 900 millones de dólares, descontada inversión, gastos corrientes y sobornos. Cuando lo metieron en el trullo, luego de mucha persecución, hizo amistad con su compañero de celda, un tal Franklin Dodge, al que le contó pavoneándose cómo y dónde guardaba su fortuna, principalmente oculta a nombre de Imogene, su esposa. Dodge en realidad era un agente encubierto del FBI que en lugar de pasar la información a sus jefes en cuanto salió de allí buscó a la tal Imogene, la rondó, enamoró y convenció de venderlo todo y quedarse entre los dos con la fortuna del pringado de su marido. Al pobre Remus le dejaron 100 dólares, lo que costaba un entierro cutre. Eso, creo yo, es recochineo. Cuando salió de prisión se encontró a con que le estaba esperando una demanda de divorcio de su amada Imogene y el día del juicio, de camino al Juzgado, se la encontró en el Edén Park y, sin venir a cuento, o quizá sí, delante de testigos la mató a tiros. Remus se defendió a sí mismo alegando enajenación mental transitoria y el jurado lo absolvió en 17 minutos. Quizá lo de la traición de su esposa y del FBI, agente corrupto mediante, jugó a su favor. No obstante hubo quien, maledicentemente, quiso sembrar sospechas de fraude, especialmente porque hizo una fiesta para celebrar la derrota del fiscal con mucho alcohol a la cual asistieron todos los jurados. A mi me parece que defenderse uno mismo alegando estar loco y ganar es, más que competencia profesional, tener una cara como un piano. Dizque F. Scott Ftitzgerald se lo encontró en un hotel en Louisville, KY, e impresionado por su personalidad se basó en él para escribir El Gran Gatsby.
Yo no sé si ser el Responsable de Movimientos Sociales y Multiculturalidad del Consejo Ciudadano Autonómico de La Rioja es más que ser farmacéutico, pero casi tengo la certeza de que es más que ser abogado. Dónde va a parar. El caso es que quien ostenta ese elevado cargo, tras usar los DNI de simpatizantes para convertirlos en afiliados y engordar así no sé qué estadísticas, se ha defendido de las acusaciones de malas prácticas alegando que su organismo no fija la vitamina B12, a lo que se ve esencial para distinguir entre el bien y el mal, asunto siempre escabroso por lo difuso de la línea que separa el uno del otro. La vitamina B12 sería algo así como el cristal de las gafas de la moral, la molécula que, despistados, buscaban los filósofos en otros campos más lejanos y por ello más difíciles de arar. A esta desdichada señora seguramente la defensa no le cuele, tal que a Remus, pero el mundo avanza, como lo hizo en los diez años transcurridos entre aquella chispa de iluminación que le advino al emigrante berlinés y su absolución de la acusación de asesinato. Un día llegará en el que un análisis de la vitamina B12 en los tribunales exculpe a los acusados rápida y eficazmente. Quién sabe si esta misma incapacidad de enfocar con precisión la línea sinuosa de contacto entre lo aceptable y lo prohibido era la patología que afectaba a George Remus; se habría ahorrado una pasta, la gastada en sobornar a los jurados. La pregunta que se nos queda en el aire es si esta señora, en un hotel, impresionaría o no a Scott Fitzgerald, cuestión a la que, sabrán perdonarme, no me veo capaz de contestar.
Pues yo tengo un enorme déficit de B12. Pero nomehan perdonado ni una.
Mi abogado no estaba al tanto ose consideroheteropatriarcado o algo de esto.
Lo que vamos a ver con la justicia es apasionante.
jrG, sé que distingues el bien del mal. A ver si en vez de la B12 es la V40 o la K100.
ahí¡¡¡¡
Pues yo me hincho a tomar Vitamina B12 ( pero no cianocobalamina, que, en el estómago, se acumula el cianuro, sino metilcobalamina ) pero la tomo para intentar reforzar mi vieja memoria, y para las uñas, y el pelo. Y la verdad es que no me sirve para nada. Pero siempre me digo que si no la tomase, puede que fuera todavía peor. Y por el ejemplo que pone, mucho peor, así que, no lo dejaré.
Sin ser yo médico tengo la certeza de que, ni para la brújula moral ni para la memoria, le hace falta la B12.
¡ Vaya ! ¡ Muchas gracias !