A LAS ONCE Y QUINCE

Doña María del Pilar Federica Antonia Victoria de Sánchez-Alonso y Corrochano, señora de Santos-Vicente, condesa de Villalongoria y Cacharequille, es mujer de mundo aunque no esté muy viajada. Doña María del Pilar Federica Antonia etcétera lleva su casa con mano de hierro, atendiendo incansable a lo imprescindible, lo necesario y lo conveniente con la ayuda, eso sí, de un cada vez más mermado ejército de subalternos que comanda con suavidad pero firmeza. Sostiene y argumenta, si por un casual surge el tema, que ni los generales vencen batallas sin soldados ni las casas cumplen sus funciones sin el personal adecuado, por supuesto siempre apropiadamente dirigido, en su caso en busca del objetivo de la felicidad. Doña María del Pilar Federica etcétera ciertos asuntos los supervisa personalmente y muy de cerca. Los jueves, por ejemplo, baja puntualmente a revisar con Doña Arminda, propietaria de los “Ultramarinos Finos Viuda de Leandro Fraga”, las listas de la compra. En primer lugar la de su casa, determinando qué se comerá y qué no la semana próxima y dejando acordados los envíos de cada día. Luego se revisan y puntean los encargos de la Señorita Luisa, la amante de su esposo, Don Manuel de Santos-Vicente Meléndrez, a la que ha abierto cuenta que se carga a la de ella.

 

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