Me han contado la historia de un portugués muy rubio, quizás teñido, que viene a las playas de Ferrol —Pantín, Vilarube, El Baleo— a hacer surf montado en un estupendo coche fúnebre. Mete en el amplio maletero las tablas, los neoprenos y la tienda de campaña y conduce desde quién sabe donde hasta nuestro paraíso surfero del noroeste. Sabemos que los coches fúnebres llevan en los laterales unas barras en las que de ordinario se cuelgan las coronas; el tipo, en las suyas, cuelga la toalla húmeda, la cantimplora, las gafas de sol y el escueto bikini rosa flúor de su novia. El coche, azul diplomático, un azul profundo con tonos grises de mar océana, sigue llevando la crucecita de inoxidable sobre el techo, encima del parabrisas, y mantiene los rótulos.
AGÊNCIA FUNERARIA NOSSA SEÑORA DO CARMO
Diamantino de Sousa & Filhos, Unipessoal Limitada
Sin motivo alguno pienso que no dobla, que el auto ha sido retirado del servicio, quizás con una ceremonia adusta, como los barcos de guerra cuando, ya desartillados, han de pasar a la vida civil. Pero la realidad siempre suele sorprendernos, así que posiblemente durante la semana siga sirviendo de barca de Caronte. Y el rubio, vestido de traje oscuro, camisa blanca y corbata negra, pase muchas horas esperando a la puerta de iglesias manuelinas, ansiando el final de interminables funerales de corpore insepulto, buscando el momento de montar el aparejo en el maletero, a la novia en el asiento del acompañante y acelerar cara al norte oyendo a los Beach Boys. Chasing Waves, babe. Estas cosas, siempre tan absurdas, no sé por qué me las cuentan a mi. Al final acabo soñando con portugueses teñidos, enterradores con chanclas, novias surferas con bozo, alertas de apps de surf forecast interrumpiendo funerales. Eso cuando no me desvelo pensando si el tipo es Diamantino, el fundador de una dinastía, o uno de sus hijos, quizá el menor, el más rebelde, que tiene una doble vida. También pienso que puede ser que sueño que me las cuentan y en realidad me lo invento todo. El nombre del rótulo, Nossa Señora do Carmo, patrona de las gentes todas de la mar, surfistas y tripulantes de submarinos inclusos, es demasiada casualidad para ser verdad. Todo ello me lleva a pensar que debería ir a Pantín cuanto antes, y acabar con estas dudas, encontrar todo lo que hay de cierto, para lo cual he instalado una app que me avisará en cuanto vengan las olas buenas.
SURFING IN PANTIN….lalalalalal.
Tienes que dejar de una vez los estupefacientes … ya tenemos una edad Morgan…
Vete a un restaurante bueno, cómete unas nécoras, y ponte una de albariño de la mejor calidad. En Patín sólo puedes ya llorar…
Una vez quise adquirir un cuadro de una artista y contacté con ella. Se presentó al volante de una ambulancia jubilada, encantada de poder mostrar sus obras (era de noche) gracias a la potente iluminación interior que conservaba el vehículo.
Me dio corte salir de allí dentro con una tela en brazos, pero lo hice.
A Pantín iría a mirar. A la moza portuguesa, mayormente. Lo de ir apropiadamente comido y bebido es idea que no descarto. Es más, voy a bajar una app que me avise de los restaurantes buenos y baratos.
Lo reciclar, reutilizar está de moda, ya se está viendo. De pequeño yo quería tener un chimpín, lo que viene siendo un dumper en ambientes más cosmopolitas. La razón era que ya me daba cuenta de que a mi verdadero deseo, un submarino con su periscopio, jamás llegaría. Y me dirás ¿qué tiene que ver un chimpín con un submarino? Pues no lo sé, pero inalcanzable uno quise el otro.