A Coruña, 8 de Diciembre, 19º Celsius, mayormente soleado, probabilidad de lluvia 0%, humedad relativa 54%, viento suave de componente sur.
Siempre tuve mucha confianza en el denostado calentamiento global. Si nos suben cinco grados y reducen la lluvia a la mitad, pensaba yo, esto se nos va a poner como Brasil. Garotas en bikini todo el año, la naturaleza, ya de por sí feraz, le dará mil vueltas al Mato Grosso y tomaremos pisco sour de aguardiente do Ribeiro al borde de la piscina, entreteniendo la espera de que se cuezan las nécoras. La farlopa, que ya hay a pasto, podremos guardarla en el cajón y no en tupperwares, como ahora, para que no coja humedad. El ribeiro y albariño, eso sí, pueden dispararse a los 17º grados, como los olorosos. Uséase que nunca vamos a conseguir que deje de llover a gusto de todos. Esto en los tiempos pasados ya pasó, creo yo, que dicen que los romanos se llevaban aceite de oliva de Galicia como los moros de Jaén, manda mucho carallo, siendo que ahora ni aceitunas dan los olivos que quedan por aquí. Queda, eso sí, un pueblo en O Courel, pura montaña, en el que siguen haciendo aceite desde ni sé cuándo. Desde los romanos, supongo. Éstos, tan prácticos y pragmáticos ellos, no llevaban registros de precipitaciones y temperaturas, se ve que no les prestaba o no le veían utilidad al asunto, así que no sabemos de ciencia cierta si sí o si no. Obama sí, apunta todas las subidas y bajadas y hace gráficas como de bolsa y eso sirve para que apostemos a que va a subir o bajar, si se va reducir o aumentar el hielo polar y discutamos qué coño vamos a hacer con los osos. Osos no, aún no han llegado, pero este aumento de lo selvático, del Mato Grosso al noroeste, hace que vengan todos los puñeteros días los jabalíes a hozar en el jardín. Mismamente me lo están dejando como si, con una yunta de bueyes, le hubiera pasado yo un arado romano. Es el precio a pagar por el calor que, ya se sabe, altera los ánimos. Los cerdos se te ponen bravos, las mozas se vuelven garotas y pones el Belén en manga corta tomando un licor café con hielo. Llámales tontos, a los romanos.