Elegir un título que exprese claramente el contenido es siempre garantía de éxito. Como todo queda claro desde el inicio no ha lugar a la manipulación argumental o la duda interpretativa y a quien escribe sirve de discrecional salida de emergencia. Si todo está ya dicho en el título cualquier instante de zozobra, desasosiego o apatía, esos que al escribir nos asaltan un par de veces por folio, es momento idóneo para cerrar la faena con un caracoleo o un capotazo. Al fin y al cabo, en casos así, todo lo que viene bajo el título es sólo adorno.
Con la llegada del buen tiempo proliferan las celebraciones. La primavera, quizá ya está dicho, es el mejor de los tiempos y el peor de los tiempos, época de alegría y locura, de amores y flores, casorios y comuniones y, consecuentemente, de banquetes y celebraciones. Siendo así desde siempre no cabe por ello hacerse mala sangre. Ciertas cargas hay que llevarlas con alegría porque de lo contrario, si a ellas objetamos, sólo queda dedicar la vida al sacerdocio de la misantropía, tratando de evitar que lleguen invitaciones.
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