EL BENÉFICO INFLUJO

Más escaso que el loco alegre, espécimen que rarea, es el tonto comedido y circunspecto. El tonto tipo salta al ojo por un ansia no contenida de expresión y la efusividad del gesto. El tonto, sabemos, de ordinario raya en lo imprudente cuando se muestra precavido y cae en un temeraria indiscreción cuando en el ánimo le bulle ese júbilo atolondrado de cándido explorador de la realidad. En su hábitat, léase los pueblos, los tontos traen noticias siempre nuevas y sorprendentes, noticias que no darían para sueltos en las gacetas y los boletines, por ínfimas o frecuentes, pero que tienen su aquél y su porqué. Ellos caminan por el mundo como nosotros quizá lo hicimos un día de verano en la infancia, o como Adán y Eva en su primer día en el Paraíso, con los ojos abiertos a las maravillas. Encuentran, por ejemplo, un botón dorado y te lo muestran con orgullo. ¿Será de un Capitán? ¿Valdrá mucho dinero? ¿Estará preocupado por la pérdida?

El tonto comedido es por ello rareza cuadrifolia, hallazgo insólito que pone a prueba la regla. El tonto prudente baja las cuestas con paso marcial, viste terno de entretiempo y abrigo loden verde heredado de un hermano corpulento, un primo funcionario o un tío comerciante. Suele mirar al suelo y saludar al cruce con todo gusto y fina voluntad, que en algo se ha de notar que lo criaron unas tías, siempre por parte de madre. Está generalmente aceptado que el tonto comedido, no confundir con el tonto taciturno o melancólico, lo es por crianza, que su trabajo cuesta amansarles el ánimo para que vayan por la acera y crucen en verde. Lo que es poco sabido, y aquí se deja reseñado por si fuera de auxilio a quien en tal caso se viera, es el benéfico influjo de la mecanografía. El tonto mesurado adquiere la paciencia y contención como las señoritas se templaban en la espera de un adecuado pretendiente, uséase, entregándose a ocupaciones minuciosas y reiterativas. Las unas con pequeñas puntadas en un lienzo de panamá, los otros haciendo series de letras aparentemente al azar en una Olivetti Lettera 75. Asdfg asdfg hjkl hjkl. Todo es parte de un mosaico del que conocemos, simples mortales, ciertos detalles mientras el conjunto se nos escapa.

El tonto contenido es amigo de las artes, especialmente las escénicas, y acude a conciertos y tiene abono de temporada, que son los zaguanes amplios de los teatros muy de zapato brillante y charla de frases hechas, un poco como los tanatorios. Allí saluda a otros devotos, quizá igualmente retrasados y circunspectos, y hace apreciaciones sesudas acabando las frases con un “¿Verdad?” o un “¿No te parece?” excesivamente enfático. Allí, por qué negarlo, el leve desaliño de alumno aplicado que lo envuelve, tan masculino a la par que tierno, tiene su público de solteras y siempre hay quien le atiende con impostado interés y se apena cuando, acabado el espectáculo, marcha presuroso a casa, a cenar con su madre.

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