Ir a sitios está bien pero no tanto, porque en todos hay gente. Esto en sí mismo considerado no es precisamente malo, pero tampoco es exactamente bueno. La gente, como el tiempo, se nos adviene no sabe uno bien por qué maldición o karma. Llueven pesados, truenan coléricos y nublan cenizos. También le asolean a uno los huesos viejos las mozas de buen ver, cosa que, aún no queriendo, tenía que decir. Es impropio, o al menos así lo siento, sacar según qué temas ya en el primer párrafo. Pero las normas están, también me lo dan los huesos, para usar de guía en las situaciones ordinarias, siendo lícito y aún encomiable saber huir de ellas en las extraordinarias.