Amanece en el mar de la Sonda, hierve el té y, con poco trapo y proa al viento, reflexionamos sobre cosas que nos la traen al pairo. Saludamos por última vez desde la cubierta a esa Isla del Tesoro, encopetada de nieblas, territorio de mil aventuras, que se hundirá en la mar. A mi lado se despereza una morena, reina de un paraíso en decadencia, y sus gestos que traen aroma de flores se reflejan en la cubierta recién baldeada. La teca vieja tiene pisar suave y olor a sal y oporto y ginebra de caneca, y cruje como maúllan los gatos tristes. Pronto, en bares sucios de puertos lejanos, contaremos aventuras borrosas y exageradas, relataremos cómo un día el farero dejó de encender su luz y nunca jamás nadie volvió a encontrar aquella isla perdida en la mar. Partimos espiados por las sirenas, ángeles mendicantes a la puerta del paraíso; sabemos a dónde ir porque en la mar no hay encrucijadas.
Tienes una isla a la que regresar, pero en caso contrario un barco donde flotar, y el mar tan grande es pequeño para los viajeros, que al final se terminan encontrando, por azar o por intención.
Son pocos los puertos, muchos los bajíos y más aún los temporales. Pero en algún bar nos encontraremos a recordar historias.
Me encanta este texto, pero
¿ por qué lo de » los bares sucios de puertos lejanos » ?
En los puertos que yo conocía, los bares olían fuerte, a redes y a pescado, pero estaban relimpios. Claro que yo nunca he estado en puertos lejanos…
Espero que Temporadabaja siga, y siga, por lo menos mientras dure yo.
Y gracias
…todas las islas debieran hundirse en la mar al abandonarlas. Es lo suyo. Amén.
Sin mucho ruido.
Los bares sin cabezas de gambas en el suelo, serrín, palillos y servilletas estrujadas no evocan nada ni se prestan a tomar la última, por alargar y mentir otra historia. Sólo eso.