FUMAR EN EL PATIO

Voltaire dejó dicho que no hay sectas o facciones en la geometría. Qué nadie va por ahí diciendo ¡Mira, un Euclidiano! Creía que cuando una verdad es evidente resulta imposible dividir a gente en partidos, que nadie tiene los santos cojones de afirmar que es de día a media noche.
Voltaire, ya se ve, tan listo él, tan ilustrado, tan Diccionario Filosófico, tan era un puto pardillo. Un cándido de manual, podría decirse.

El mundo se parece más a otra cosa. A una cantidad ingente de estupidez, mentiras interesadas y autoengaño. El mundo es difícilmente comprensible por las limitaciones de los supuestos geómetras, que ni entienden ni quieren entender y cuando lo hacen quizá, a pesar de todo, afirmen que es mediodía a gritos en plena noche.

Se critica la sentencia. Que si saben que sabían, que si dijeron que no pero sí o que sí pero en realidad no. Orwell cuenta una anécdota interesante. Sir Walter Raleigh, ese hijoputa, el pirata del tabaco, estaba preso en la Torre de Londres y aprovechando el tiempo libre se decidió a escribir una Historia de la Humanidad. Iba el tipo ya por el tomo dos, embalado contando la verdad de los hechos a sus compatriotas y el mundo cuando un día, en el patio, justo debajo de su ventana, dos presos pelearon y uno acabó muerto. Había visto el desarrollo de los acontecimientos y se interesó en averiguar el porqué y los detalles que le faltaban. Preguntó a carceleros, a los otros prisioneros, a los que estaban en el patio y al superviviente para completar lo que ya sabía de primera mano y, aún así, se vio incapaz de  averiguar por qué aquellos dos se habían peleado. Sir Walter Raleigh, asesino y corsario, advirtió la inutilidad de sus esfuerzos, tiró al fuego el primer tomo y lo que llevaba del segundo y se dedicó a consumir el tiempo de su condena fumando en el patio, como todos los presos.

Creemos que sabemos qué fué lo que pasó porque somos volterianos, uséase, unos pardillos. No seamos volterianos. Esa pretensión absurda se la dejamos a los jueces que no pueden, va en el sueldo, no escribir la historia triste de la humanidad. Yo quiero ser raleighiano, que no raeliano, y creer en la imposibilidad de saber qué pasó más allá de una leve aproximación. Porque todos mienten, unos habiendo entendido qué pasó y otros sin haber entendido nada. Hubo una pelea y uno murió y al otro lo castigaron por ello. A otra cosa mariposa.