SAVITSKY Y BELOGUZOV

Savitsky y Beloguzov estaban en la Antártida en su puesto avanzado de observación científica y allí llevaban, solos, el uno en compañía del otro, cuatro largos años. Algo pasó que Beloguzov empezó a contarle a Savitsky los finales de los libros que leía. Por joder, suponemos, que eso jode mucho. Llevas seiscientas páginas de Guerra y Paz y estás ya ansioso por saber el final y llega el hijoputa con el que compartes cuchitril antártico y te hace un spoiler. ¿Cómo te sientes? Contento no, desde luego. Beloguzov, ya se ve, es un hijo de puta, que en ruso igual ni hay una palabra para describirlo. La soledad en mala compañía es mucho peor que en soledad. Eso lo saben mucho los divorciados, por poner un ejemplo. El roce hace el cariño, dicen, pero quienes lo dicen olvidan u omiten que rozando, rozando, se afilan los cuchillos. Savitsky, repitiéndose el asunto libro tras libro, entró en cólera y aprovechando la llegada del invierno le metió una mojada con un cuchillo de cocina, y que se joda Belozugov, que además tiene nombre de comisario político.
Savitsky está en casa, en la madre Rusia, en arresto domiciliario esperando juicio por el primer intento de asesinato en la Antártida. Belozugov en una UVI en Chile con una puñalada en el corazón, y habrá quien piense que merecida.