Entre el desaliento y el temor. Así empezó el año y así va discurriendo. Así van pasando los días, las noches, las gentes y el paisaje. Entre el desaliento, el cansancio, la desidia del paso de tiempo, el tedio de percibirlo todo igual, uniforme, monótono, telescópico hasta el infinito. Gris tirando a gris. Si no movieran los calendarios, inexorables y desagradables, cada día sería, eternamente incansable, lunes uno de enero. Repetido en bucle. Un infinito principio que no permite atisbar ni la esperanza de un fin. Temor a que el principio sea lo único que hay. A que esto sea todo. A que todo se reduzca a soñar que esto no es todo. Temor a haber entrevisto lo que no existe. Temor a una ilusión.
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LOS DÍAS
Hay mañanas en las que la tristeza de tan intensa resulta chabacana, otras es la alegría la que necesita ser disimulada por excesiva y poco elegante; finalmente hay días “amigo gay”, en los que el sentimiento predominante es la decepción por la propia invisibilidad social.
PROCRASTINACIÓN
Nada es mejor que perder el tiempo pensando en las cosas urgentes que has de hacer, ya que une el descanso al que todos tenemos derecho con la preocupación por las cosas importantes que nos hacen ciudadanos responsables.
ACERCARSE
Acercarse a los cuarenta años aleja de las sensaciones y los sufrimientos en su forma más descarnada, pero no nos aproxima a su comprensión. La angustia vivida se atenúa. Se extiende y empapa la carme como la mantequilla derretida empapa la miga.
Si es cierto que la edad nos hace más sabios si caminamos con los ojos abiertos, también es cierto que es una sabiduría poco aprovechable. La sabiduría del viejo suele ser sólo el recuerdo debilitado de la angustia juvenil.
2012
Entre el desaliento y el temor. Así empieza el nuevo año. Así estamos. Son trescientos sesenta y seis días en los que la primavera sucederá al invierno y tras ella llegarán el verano primero y el otoño después. Trescientos sesenta y seis días en los que la inmensa mayoría del universo, la práctica totalidad de lo que no eres tú, se mostrará indiferente a tus ansiedades y preocupaciones. Lloverá los días en los que el desaliento te de una tregua y el sol brillará para iluminar mejor tus desasosiegos. Las agujas de unos relojes y los números rojos que tienen otros seguirán, insensibles, girando y saltando. Minuto a minuto, sumando horas. Ese desapego es mi esperanza. Mil veces antes ha ocurrido. Mil veces antes la impasibilidad del cosmos ha sido garantía de que hay compensación al esfuerzo. Que es neutro y por eso todo resulta posible. Que lo que va mal puede ir bien. Un año son muchas noches, esta, por ejemplo. Y muchos días. 366.