Esa noche estábamos en la terraza de tablas de una casa que, sin verla, sabía vieja y de piedra, en una ladera empinada, con vistas a otra igualmente empinada. Creo que al fondo corría un río que imagino de agua rápidas y bravas. Se estaba yendo el sol y bailabas con una braga y sujetador negro y transparente que destacaba mucho sobre la piel blanca. Sentí desasosiego porque no oía la música que supuestamente tú si, y además me parecía que habías bebido demasiado y yo demasiado poco. Pensé que quizá no bailabas para mi. El único sonido era el de tus pasos y saltos sobre las tablas y algunas crujían como la cubierta de un barco viejo. El sol siguió bajando y la ladera del otro lado lo fue haciendo con él; así que no terminaba de ponerse. Al final toda aquella mole acabó de hundirse, y resultó que la terraza miraba a la ría de Pontevedra y los picos más altos eran Ons y Onza. Olía a mar pero no podía oírlo y te sentaste, sonriendo, en mi regazo. Quizá todo fue un sueño.
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EL CHINO Y LA PORNOSTAR Y EL WIFE BONUS
La prueba de que quizá Occidente no esté perdido sea esta noticia en el New York Times. El absurdo y el exceso tienen, aún, su lugar entre nosotros. El chino que compró la pornstar sería un simple mercader, un tendero poco sofisticado. O quizá un tipo viajado pero con gustos chabacanos.
«And then there were the wife bonuses.
I was thunderstruck when I heard mention of a “bonus” over coffee. Later I overheard someone who didn’t work say she would buy a table at an event once her bonus was set. A woman with a business degree but no job mentioned waiting for her “year-end” to shop for clothing. Further probing revealed that the annual wife bonus was not an uncommon practice in this tribe.
A wife bonus, I was told, might be hammered out in a pre-nup or post-nup, and distributed on the basis of not only how well her husband’s fund had done but her own performance — how well she managed the home budget, whether the kids got into a “good” school — the same way their husbands were rewarded at investment banks. In turn these bonuses were a ticket to a modicum of financial independence and participation in a social sphere where you don’t just go to lunch, you buy a $10,000 table at the benefit luncheon a friend is hosting.
Women who didn’t get them joked about possible sexual performance metrics. Women who received them usually retreated, demurring when pressed to discuss it further, proof to an anthropologist that a topic is taboo, culturally loaded and dense with meaning.»
Puede que lo civilizado y sofisticado sea el híbrido entre el matrimonio occidental y el negocio del chino, sofisticación que estaría tan alejada del burdo negocio de la pornostar como el mercado financiero lo está del trueque. Los wife bonus que los maridos ricos de Manhattan pagan a sus esposas ociosas de acuerdo a objetivos es un trato mucho más civilizado. Se fijan en acuerdos prenupciales y, al parecer, tienen que ver con lo bien que marcha la economía doméstica, cómo ella lleva el hogar, cómo les va a los niños en el colegio, etc. En la noticia no se menciona el sexo más que como posibilidad. Pero, digo yo, esa es una inevitable variable en la ecuación. ¿De qué humor quieres que esté él cuando tengas que negociar el importe del bonus?
A este trato le veo más futuro. Contrato fijo con incentivos. Productividad y eficacia. Tensión competitiva por ambas partes.
EL CHINO Y LA PORNOSTAR
Hace tiempo que las noticias más locas vienen de Rusia y China, y en general de Asia. Los meteoritos, los terremotos, los tsunamis, pasan en esos sitios. Pero últimamente, igual que detrás de un descubrimiento científico hay un tipo de Massachussets, detrás de cada noticia de alcance humano hay un chino, un moro o un ruso. Están viviendo un renacimiento, un momento de ebullición social sin parangón en la historia, si bien es cierto que trufado de barbarie. Que dos rusos zanjen a tiros una discusión sobre Kant es síntoma de una extraordinaria pasión por la vida, aunque no lo parezca. La vida, señores, son excesos o no es nada, algo que en Occidente hemos olvidado, pese a habernos forjado cometiéndolos. Las exploraciones insensatas, los imperios desmedidos, las guerras eternas y globales fueron patrimonio de Occidente hasta que, agotados, claudicamos.
CASUALIDAD CAUSADA
La religión, las religiones, son, amén de muchas otras cosas, origen y causa de los más interesantes excesos. Y me estoy refiriendo ahora a los excesos intelectuales. La soberbia es el pecado de los estudiosos y, curiosamente, florece en las cercanías de los dioses, por dos razones. Qué mejor que desvelar la voluntad de Dios es una; qué mejor que engañar a Dios es otra. Y ahí andan.
La diatriba sobre el estercorismo, para mí, es insuperable, pero hay muchas otras. En sus buenos tiempos la iglesia polemizaba con ahínco sobre el sexo de los ángeles, algo que hoy se repite, profanamente y sin gracia, entre los estudiosos de las ciencias sociales al discutir sobre las diferencias entre sexo y género. Y ello a pesar de que el mismo Jesús intentó aclararlo diciendo “En la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo” (Mt. 22, 30), lo cual debería haber zanjado el asunto. Ahí, los ortodoxos, quieren ver que efectivamente no hay sexo si eres un ángel, aunque yo, quizá interesadamente porque la cabra tira al monte, veo libertad sexual y promiscuidad sin compromiso.
Es de recordar también que, a cuenta de la cuaresma y su ayuno, hubo otras discusiones en las que, seguramente, se alzaron voces y puños golpearon mesas de scriptoriums. Qué es carne y qué es pescado mantuvo ocupadas a las mentes más brillantes por siglos. Confieso que me gustaría saber qué razonamiento alambicado siguieron los exégetas de dios para concluir, en el Concilio de Aquisgrán, que las aves se podían comer, por estar hechas de la misma sustancia que los peces. Una derivada de estos excesos acabó con los castores en Europa. Los castores, esos amables bichos, si bien mamíferos, peludos y grasosos, viven en el agua y su cola está cubierta de escamas. Si son carne también son, en parte, pescado, al menos el rabo. Y así, contentos como unas pascuas por tomarle el pelo a dios, los cristianos se hartaron de cola de castor hasta su completa extinción.
Hoy la cristiandad está en franca decadencia, y es signo visible de ello que los teólogos no estén, decidida y conscientemente, aplicados a inventarse a dios, o a engañarlo. La falta de estos excesos intelectuales es medida de un declive imparable. El exceso, hoy, es patrimonio de otras religiones. Los mahometanos, por ejemplo, discuten sobre asuntos de tanta enjundia como la improcedencia de que las mujeres conduzcan automóviles. Este tema, que daría para mucho, lo zanjan, no obstante, con burdas apelaciones a supuestos descuelgues del útero y consecuentes dificultades en los partos. Son análisis con una falta de sutileza que me espanta. Hasta a mi se me ocurrirían cuestiones más interesantes que proponer a los imanes. Por ejemplo, puesto que en la época de Mahoma no existía tal material, merece ser discutido el asunto de si resulta apropiado usar cascotes de hormigón en las lapidaciones. Ahí lo dejo.
Todo esto viene a cuento porque he descubierto que entre los judíos ortodoxos siguen produciéndose discusiones de alto nivel sobre asuntos profundamente baladíes y con ese poco disimulado ánimo de ser más listo que dios. Es una religión que mantiene, unido a la fe, el músculo intelectual y su consecuente soberbia. Sabido es que en sabbath no se puede trabajar, y que esta prohibición incluye el encender y apagar aparatos eléctricos. Cómo se ha llegado hasta ahí ya mueve a un espíritu inquieto, como el mío, a reflexión, pero en este caso esa norma aceptada es nuestro punto de partida. Dado lo anterior, en los hogares que cumplen con el precepto, en sabbath no se usa el ascensor, no se enciende la vitrocerámica, el aire acondicionado o las bombillas. Circumvienen esto con ascensores que, por medio de un automatismo, esos días, suben y bajan constantemente, parando en cada planta sin necesidad de pulsar botón alguno. Usan temporizadores programados con antelación que apagan y encienden televisores, bombillas, cocinas, calefacciones y acondicionadores de aire.
Un tipo listo ha inventado el KosherSwitch®, y anda la comunidad rabínica alterada. ¿Incumple la ley? ¿Cumple la letra pero incumple su espíritu? El chisme, como se ve en el vídeo, no se activa o desactiva por medio de un interruptor que accione un mecanismo eléctrico sino desplazando una pieza de plástico. A un lado de ésta se sitúa un emisor de un haz de luz. Al otro lado un receptor. Recibido el haz, se cierra el circuito y el aparato eléctrico se enciende. Esto sería, evidentemente, trampa. Sería como poner el mando a distancia delante de la tele, pegar con superglue el botón de cambiar de canal y un libro delante para, en sabbath, apartar el libro a voluntad. Dios te mira y sabe que es trampa y tu sabes que él lo sabe.
El truco verdadero, lo revolucionario del KosherSwitch® está en que en sabbath el emisor de luz sólo la emite si un generador de números aleatorios produce un determinado resultado. Y el receptor sólo está “receptivo” a ese haz de luz, y cierra el circuito y enciende el aparato eléctrico, si otro generador de números aleatorios produce un determinado resultado. Es decir, apelando a la casualidad eliminamos la causalidad. Mover el interruptor no es causa de que se encienda la lámpara, sino que deja abierta la posibilidad de que la casualidad lo haga.
Es un asunto interesante desvelar si la voluntad de dios al prohibir trabajar en sábado incluía el hacerlo por casualidad. Y lo que es aún más interesante, si la prohibición incluye hacerlo por una casualidad causada. Yo creo que a la idea de un dios merecedor de tal nombre repugna un universo caótico. Dios es claramente mecanicista, igual que sus más acérrimos negadores. Dios mueve cada molécula del universo, por sí o por medio de leyes por él creadas, dicen unos. Dios nada tiene que ver y podríamos hacer eso mismo caso de saber cuáles fueron las condiciones iniciales del universo, dicen otros. En medio queda, para los que se dedican a los asuntos prácticos, el caos, en este caso, simulado.
Una tragaperras que nunca da premio es una estafa y una lotería que siempre toca, como la de Fabra, pues también. Para que el chisme tenga una mínima utilidad en algún momento del sabbath habrán de encenderse las luces, a ser posible poco después de haber accionado el interruptor. Si la probabilidad de que se encienda la luz de inmediato es mayor de la probabilidad de que se encienda justo antes del fin del universo yo concluiría que hay trampa y el asunto contraviene las leyes de dios. Soy así de ortodoxo en cosas que, en realidad, ni me van ni me vienen, y que sólo despiertan mi curiosidad y admiración por aquellos que desafían a dios.
“Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.” (Génesis 1:2-3)
APOSTILLAS A LAS INSTRUCCIONES PARA IRSE
Publicadas en el CHOPSUEY FANZINE ON THE ROCKS las INSTRUCCIONES PARA IRSE, deconstrucción de una acción aparentemente simple, a las tesis allí expuestas se hicieron agudos comentarios y opusieron interesantes objeciones. Todas ellas, las que comparto y las que no, añaden sutileza al análisis inicial. Aquí las comento, asumiendo unas e intentando refutar otras.
PIRATAJENNY y HOLMESS afirman que la muerte ha de ser considerado un irse. Discrepo. En primer lugar irse no exige el presupuesto de vida, puesto que la Roomba, el mejor amigo del hombre soltero, ejecuta el irse con desparpajo y de tal máquina no es predicable la vida. Tampoco todo lo vivo es susceptible de ejecutar la acción, véase como ejemplo en el reino animal el percebe y el árbol en el vegetal. Así resulta que, como se decía, irse exige “una cierta complejidad”, a falta de un mejor concepto.
Si la avería fatal, trasunto de la muerte, no es suficiente para que se considere que la Roomba salga del aquí para situarse en un no-aquí, tampoco la muerte del ser vivo que tenga capacidad de desplazarse producirá un desplazamiento del aquí en el que se halle a un no-aquí.
Un ser vivo capaz de ejecutar la acción de irse, situado en un aquí, podría formular la hipótesis de PIRATA y HOLMESS. La muerte es un irse. Sería sólo una hipótesis que cualquier observador podría desmentir al advertir que exactamente tras la muerte del sujeto éste sigue estando, muerto, en el aquí, sin ejecución de desplazamiento alguno. El observador vería, como indica PERROANTONIO, un cambio de estado de una máquina térmica.
Un sujeto observador con empatía, es decir, capaz de ejecutar en sí los procesos de la teoría de la mente tal y como la expone Baron-Cohen, ante la muerte del sujeto agente, podría usar el lenguaje metafóricamente y considerar que éste, al morir, se ha ido. Pero esa afirmación estaría teñida de la misma subjetividad que la hipótesis mencionada del agente que se plantea su muerte. Ese observador se estaría poniendo en la situación del sujeto agente.
GENGIS KANT plantea el haberse ido o el llegar a irse. Un observador, llegado al caso, podría tomar por cierto que, estando un sujeto en el no-aquí, ha estado antes en el aquí. Esto es lógicamente posible, baste mencionar lo expuesto en “Bertelmann’s Socks and the nature of reality”.
Dr. Bertelmann likes to wear two socks of different colours. Which color he will have on a given foot on a given day is quite unpredictable. But when you see (fig 1) that the first sock is pink you can be already sure that the second sock will not be pink. Observation of the first, and experiencie of Bertelmann, gives inmediate information about the second.
En determinado casos el observador, advirtiendo que el sujeto está en no-aquí, puede deducir con certeza que antes estuvo en el aquí y, por ello, ejecutó un irse. Ello exige, no obstante, ciertas condiciones iniciales que no siempre se producen.
Respecto del llegar a irse, puede, mutatis mutandis, aplicarse lo de los calcetines. Hay aquís que no permiten, por su propia esencia, un estar indefinido. El observador de un avión en un punto determinado del cielo puede formular la hipótesis de que se moverá de ese allí en el que está en la confianza de que, en un elevadísimo porcentaje de los casos, ese irse se producirá.
Más dudas plantea lo expuesto por el mismo GENGIS KANT sobre la literatura. En tal formulación al sujeto imaginado del irse, el personaje, le falta la complejidad necesaria para irse. Por muy complejo que nos parezca, en realidad carece de ella. El personaje es ido por el autor. Sólo en la mente del observador se produciría la impresión del desplazamiento en que el irse consiste, pero en la realidad éste no se habría producido.
Entrar en lo imaginario trae a la atención el interesante supuesto de seres complejos existentes en un mundo virtual. Un sujeto virtual, pongamos un virus informático capaz de duplicarse y transmitirse de un sistema a otro, cumple todos los requisitos exigibles al sujeto real. Cabe la duda de si los aquí y no-aquí virtuales y el movimiento del disco a la memoria, por ejemplo, suponen un irse calificable como tal.
Entiendo que la respuesta ha de ser negativa. Un ser virtual no se mueve, se copia a otro lugar. Estando en el aquí hace una copia de sí mismo en un lugar no-aquí. Para dejar de estar en el aquí, el sujeto virtual duplicado, desde el lugar en el que se encuentra en el no aquí elimina al original que ha quedado en el aquí. Nos encontramos así que hay sujeto complejo, hay posibilidad de un aquí y de un no-aquí, pero no se ejecuta un irse, sino una duplicación y una eliminación del original. No hay desplazamiento.
Completamente de acuerdo con la puntualización de GENGIS KANT referida a que el aquí no exige ser mayor que el sujeto de irse, basta, efectivamente, con que sea igual en tamaño y necesariamente distinto.
E igualmente de acuerdo con todo lo dicho por GENGIS KANT al respecto de la irrelevancia, para la deconstrucción de irse, de las circunstancias del allí, basta la determinación del no-aquí que incluye, como en el comentario indica: “El allí, respecto a cada movimiento concreto, es exclusivamente el lugar al que se llega; el no-aquí, también aquél por el que se pasa.”
INSTRUCCIONES PARA IRSE
“Si me queréis, irse.”
-Dolores Flores Ruiz, 1983
Irse, acción aparentemente sencilla, exige unos presupuestos y supone unas consecuencias que de ordinario se escapan a la consciencia opacadas por la vorágine de la experiencia real. Desmenuzarla en sus componentes, examinar sus presupuestos lógicos, desvela el sustrato del pensamiento y los esquemas preconcebidos que moldean nuestra experiencia de lo real. Todos creemos saber qué es irse, pero el contenido de ese conocimiento está fijado por esquemas culturales que se superponen a la realidad cognoscible y quedan ocultos tras la superestructura del lenguaje.
En una primera aproximación podremos advertir que para irse es necesario estar. Así descubrimos que estar e irse son acciones estrechamente relacionadas, apareciendo la primera no sólo como antecedente sino también, en su vertiente negativa, como consecuente necesario. En definitiva, si previamente al inicio de la acción de irse no se está ésta deviene imposible; y como resultado de una exitosa acción de irse obtendremos un no-estar.
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MANTENIMIENTO PERCUSIVO
A la rueda pinchada le damos dos patadas. A la bombilla que no enciende y a la agujita del ampli que no sube, golpecitos con el dedo. A la máquina de tabaco que se traga la moneda la abofeteamos como Ford a la Hayworth.
Ofuscados, esos golpes los damos con energía, esperando confiados que la rueda se hinche o el televisor se repare. Presumimos que esa muestra de poder, confianza y determinación los doblegue. Que la autoridad del gesto acabe con esas molestas manifestaciones de la inherente perversidad de los objetos inanimados. No suele pasar, según las estadísticas, pero insistimos. Pensamos, además, que nosotros somos quienes mejor damos los golpes y por ello no es infrecuente ver cómo los comensales palmean por turnos al atragantado. Sé de una boda en la que todos los invitados por parte de la novia fueron haciendo fila para atizarle al padrino, que falleció azulado y azorado, mirándolos impotente, incapaz de agradecer de viva voz tantas atenciones y muestras de cariño.
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WHISPERS OF FANCY
«Ye who listen with credulity to the whispers of fancy, and pursue with eagerness the phantoms of hope; who expect that age will perform the promises of youth, and that the deficiencies of the present day will be supplied by the morrow; attend to the history of Rasselas prince of Abissinia.»
–Samuel Johnson
TIME GOES BY
Una vez más se ha cumplido un giro completo y me veo jadeando ante unas velas y el destino que se estrecha. Hace nada, ese día, como en cada ocasión en la que me espanto, para no caer, me agarré a la goma de tu braga confiado en que tú a mi clavo ardiendo. Porque eres socia fundadora y presidenta de ese club al que nunca podría pertenecer y en el que estoy sólo por seguirte, porque fuera ya no hay nada.
EL BUS 69
La adolescencia es una época de incertidumbres en muchas cosas, pero en otras no. Quiérese decir que a los catorce años si llega el bus 69 se te pone dura. O si el 69 se retrasa y llega antes el 35 con un anuncio de bragas en los laterales. O de yogures. O de chocolate. O casi cualquier otro. La adolescencia, como se ve, no se permite la duda en ciertos asuntos y corta por lo sano. Ha pasado el tiempo y los anuncios de ahora me parecen tan sutiles usando el sexo que posiblemente sólo se pongan burros los adolescentes. Antes eran mas evidentes, no estaban pensados para almas delicadas, sino para gente recia. O eso o la habituación al estímulo, que también puede estar pasándome. O la edad.
Yo tengo la queja de que, en las cosas del sexo, los problemas de la vista me limitaron. Yo no veía el número del bus y malamente los anuncios, así que andaba salido sin causa que lo justificara. Era mi yo interior por sí mismo el causante de aquellos altibajos. En tiempos pasados nadie te hablaba del cambio hormonal y otras sutilezas. La adolescencia la pasabas solo, de erección en erección, de melancolía en melancolía, de frustración en frustración. Yo voy pensando ahora que para otros la causa de andar salidos, melancólicos o frustrados estaba a la vista, sobre todo en los quioscos, pero para mi no. Lo mío era vivir en una pecera sucia y andar como el rabo de un cazo por cosas lejanas y borrosas.
Una vez solucionado el tema de las gafas durante los primeros quince días el mundo me resultó más agradable. Después, y no termino de recordar por qué, todo volvió a su ser. Quizá resultó que la idea que tenía de ese mundo, pese a verlo desenfocado, era la correcta. Hoy pienso que si, que había mucha gente borrosa y que cada vez hay más. Gente de contornos indefinidos, de baja resolución. Gente en blanco y negro.
He de decir que con las gafas triunfé de inmediato en las cosas del amor, ya que podía verles la cara a mis interlocutoras y ajustaba las tonterías que les decía a las caras que ponían. Antes del feedback que me dio el ver a las partenaires en esto del amor tocaba de oído y así me iba, que no tocaba. Pero no todo fue felicidad. Nadie te advierte de la dificultad de morrear con gafas. Dificultad que cuando aún no sabes morrear se convierte en un verdadero problema. Lo mismo que aprender a conducir en un camión. De todos modos, vencer obstáculos forja el carácter, como ducharse en agua fría, y siendo grande la motivación, y en ocasiones hasta molesta, los riesgos fueron asumidos, los obstáculos fueron sorteados y algún que otro objetivo alcanzado.
Uno no se encuentra a si mismo a los catorce. Todo son quejas. Sin gafas me sentía perdido. Con ellas me veía impedido. Metálico y protésico. Pero dieron sentido a mi vida: veía venir el 69 desde lejos y mis ardores tuvieron causa y combustible. Desde que las puse pasé los inviernos sin camiseta y me duraban las erecciones más que ahora la batería del móvil.