LOS CALCETINES

Analita Portocarrero y Sebastián Ansede casaron con pompa y boato en la Catedral de Compostela y celebraron banquete en el recién abierto Parador Nacional de Los Reyes Católicos, asunto que se recogió en extenso en los ecos de sociedad de la prensa local. Estas cosas, cuando se hacen bien, son a las doce de la mañana y se cuida uno que no alarguen en demasía. Más de un cierto tiempo de celebración convierte cualquier acto, por solemne que sea, en una boda gitana. Así a las cinco de la tarde, empacado todo en un taxi apalabrado con semanas de antelación, la feliz pareja partió de viaje de bodas hacia San Sebastián, primera parada en Oviedo. Llegados al hotel, antiguo y señorial, de esos en los que los consomés tienen solera, los manteles son de lino y las ollas guisaron oso, cenaron ligero y subieron a la habitación, prestos a consumar el matrimonio. Cuando ella salió del baño, enfundada en un camisón amplio y transparente y subida a unas zapatillas de raso con pompones de plumas, él la esperaba en la amplia cama de matrimonio, posiblemente tan nervioso o más pero aparentando como un campeón. La mili, en estas cosas, daba muchas tablas, experiencia que hay que aplicar con cuidado porque qué tendrán que ver los sargentos y las putas con las recién casadas. A Analita le salió el nerviosismo por el aquel de ama de casa, papel que se suponía que habría de cumplir por siempre de allí en adelante. Al ver la ropa sucia de Sebastián al lado de la cómoda, formando una pirámide coronada por los calzoncillos y los calcetines hechos un gurruño le dijo:

–¡Sebas, recoge inmediatamente esa ropa y déjala doblada en la silla!
Que te digan eso, en tono de reproche, mirada reprobadora y señalando con el dedo, a cualquiera le sienta mal.
–¡Recógela tú, que eres la mujer!
Esa noche durmieron en habitaciones distintas y al día siguiente, ella llorando en el taxi, él taciturno en el coche de línea, volvieron a Compostela. El matrimonio rato no consumado necesita para su disolución dispensa papal, que tardó años en llegar pese al ejército de abogados y las resmas de papel que se iban acumulando. Mientras, ella se lamentaba en reuniones con amigas y pasaba temporadas en balnearios en los que ninguno de los hombres que conocía era tan apuesto, galante, cariñoso y divertido como su Sebas. Me lo merezco, por ser una soberbia, por no saber estar en mi sitio, decía. Él se esforzaba en ahogar sus penas en los bares, aún sabiendo de antemano que las penas flotan, en compañía de amigos cada vez más juerguistas, contando cada vez con más amargura cómo, por gilipollas, por no recoger unos calcetines del suelo, su vida era una mierda. A uno le cuentan esta historia y siente pena, sobre todo porque Analita y Sebastián, con sus defectos y, ahora, con sus arrugas de ancianos, tienen pinta de que podían haberse llevado bien pero que ni en su día entendieron qué es estar casado ni de su desencuentro aprendieron nada.

EL GOLPE PERFECTO

Hay días que salgo del despacho y al pasar frente al café de la esquina, que a sí mismo se llama, pura presunción, Cheese & Deli Bar, le hago un gesto a la camarera y ella entiende. Entonces espero un instante en el semáforo y cruzo con paso flexible y decidido pero no apresurado, entro en el estanco y antes de abrir la puerta la estanquera coge mi tabaco: Ducados rubio en paquete blando. Saco un billete y suenan en la caja un pííí, un tilín y el cajón que se cierra en perfecta sucesión, salgo de nuevo a la acera con un gracias y cruzo de vuelta, timing perfecto, en el mismo verde del semáforo, otra vez con mi paso perfectamente medido, evidencia de un varonil atractivo. Cuidando no pisar sólo las rayas blancas del paso de cebra, signo de neurosis y por tanto debilidad, voy quitando el plastiquito al tabaco y al entrar en la zona de fumadores sale la camarera con mi café. Esos días, que los hay, y más cuando como hoy brilla el sol de una primavera que viene en su tiempo, me siento de lo más profesional y cinematográfico, moviéndome en un mundo ideal en el que la perfección es posible, en el que, como en un atraco perfecto, todos los demás seres y objetos del universo son o bien cómplices de un plan que se va cumpliendo inexorable en todos sus detalles o meros comparsas que, inadvertidos, rellenan el escenario donde me muevo con la elegancia de un Bond. Enfrente está la sucursal de la caja de ahorros y, para rematar el asunto, sorbo lentamente el café, siempre malo, y miro poniendo cara de sospechoso de guante blanco a los que entran y salen mientras pienso que hoy habría salido bien. 

EUTANASIA

Mi tía Eutanasia, la del pueblo, es muy piadosa, algo bizca y ludita para las cosas del vicio y se hacía las pajas a mano y no con esos maquinillos, inventos del diablo. Tenía un medio arreglo clandestino con un tal Budiño, un cimarrón de Trasmundi que vivía de la pesca furtiva. Tenía dos perrillos Astrid y Sigrid, creo recordar, que se ponían río arriba y río abajo y ladraban solo si venían los fluviales lo cual que era una ventaja competitiva fruto de la explotación especista pero a él, que era un tipo recio, se la pelaba. A otros se la bufa, se la suda o se la refanfinfla y con esa riqueza de vocabulario acaban en Madrid de diputados donde para pillar truchas no hay que mojarse el culo. La Chica del 17 lleva zapatos de tafilete sombrero de gran copete y abrigo de pedigrí y las vecinas murmuran que de dónde saca para tanto como destaca y ella les dice al pasar que el que quiera coger peces que se acuerde del refrán. Pues eso. Budiño el cimarrón le daba mala vida clandestina a mi tía Eutanasia y cuando bebía en demasía o cuando simplemente bebía le tundía los lomos para arrepentirse de inmediato y ofrecerle una docena de truchas ensartadas en una vara de mimbre, como rosquillas de feria, y bajarle la luna que en las noches claras se refleja en el río. Budiño decía mal Sanxenxo y pronunciaba Sanjenjo, Sangenjo según otros, defecto que a Eutanasia, piadosa como era, la animaba a pedirle por él a San Drogón, patrón de los feos, las comadronas, los mudos, los pastores y los rebaños en la creencia de que quien puede lo más puede lo menos. Las ovejas de Eutanasia parían como conejos pero el cimarrón de Trasmundi seguía erre que erre rascando con la jota como si de Albacete. Estas cosas dan mucha rabia y según quién y dónde ni se perdonan ni se olvidan y más si vas por ahí repartiendo estopa como si fueras alguien y no un muerto de hambre que no tiene vocabulario para concejal de fiestas. Budiño además de la cosa de las truchas hacía palletas para gaita con rara habilidad, esa que tienen algunos retrasados para ciertas cosas inútiles como sumar y restar llevando, algunos incluso con decimales. Pero Eutanasia, una cosa por la otra, debió decidir que aquello no le compensaba y se le metió en la cabeza que aquello del Sanjenjo, otros dicen que Sangenjo, estaba haciendo sufrir a Budiño aunque él no lo supiera. Defectos así hacen que la vida no merezca la pena, la convierten en un infierno, así que le dio matarile compasivamente un sábado de primavera, va ya para dos años, a esa hora entre lusco y fusco, ahorcándolo en la palleira usando la lanza del carro para hacer palanca y levantarlo hasta la viga. Luego le dio de comer a las perras, se puso una copita de aguardiente, se lavó bien las manos y se dio al alivio de la cosa ludita. Budiño, como todos los cimarrones, hizo un muerto muy bonito y la gente venía de lejos con merienda y porrón a verlo bambolearse con una elegancia que no tuvo en vida antes que empezase a encarroñar. Se iban todos muy satisfechos de la visita porque mi tía, que es algo bizca y muy piadosa es también persona de buen trato y explicaba con emoción y detalle la historia. Cambiando algún detalle, eso sí.

IMPUNEMENTE

Doña Rosa es hacendosa y embota mermelada, confita tomates, teje fundas de ganchillo y seca flores en verano colgándolas en un armario umbroso. Doña Rosa es modesta, recatada, pudorosa, discreta y decente todo lo cual, tal como ella lo ve, aboca a, y aún impone, la impoluta limpieza de su persona y de su hogar, asunto que se extiende a los olores, incluyendo no sólo la correcta ventilación de las estancias sino una apropiada diseminación de perfumes. Doña Rosa tiene, quién lo diría, querencia por el perfume a rosas, asunto que soluciona por medio de la sistemática aspersión de ambientadores con aroma artificial. En el salón, por si vienen fumadores, y en el baño de invitados, por si algún extraño tuviera necesidad de usarlo, hay, además, unas velas aromáticas de color salmón con forma de una vulva muy abierta, cisura descocada, prestas a desprender aroma también de rosas. Que no está limpio si no huele a limpio es un axioma, aunque qué olor es ese es asunto que varía de casa en casa, de lugar en lugar. Gente basta y poco refinada, con alma de ganadero, opta de ordinario por olores intensos, como zotal o lejía, signo claro de que se ha intervenido activa e intensamente en la limpieza y desinfección. Almas más delicadas, como la de doña Rosa, de ordinario optan por lo bucólico, con preferencias por los aromas de inspiración campestre una vez eliminada del paisaje la cabaña ganadera, tipo lavanda, naranja y canela o frutos rojos del bosque. El baño de invitados de Doña Rosa, además de la vela genital, tiene en las paredes grabados de flores, toallas gemelas, gruesas y esponjosas, con aplicaciones de ganchillo y bordadas con las palabras His y Her en azul bebé y rosa claro. Si por un casual acabara usted sentado en la porcelana sanitaria de ese baño, aspirando el aroma floral que lo colma, podría, si alargara el brazo, tomar en su mano uno cualquiera de los varios libros que se disponen ordenadamente en un pequeño estante, todos ellos sobre las rosas, sus innúmeras variedades y su cultivo. Cualquiera puede encontrarse en un baño ajeno en una molesta situación de impasse y en esos supuestos se agradece la distracción de la lectura y más si es didáctica. Si así ocurriera podrá comprobar que quien estuvo antes, y en todos los ejemplares, metódicamente, dobló el pico de algunas páginas sugiriendo a los indecisos, obstruidos y atascados un punto en el que tomar o retomar la lectura, curiosamente en todos ellos en el capítulo del abonado. “¿Qué es el abono orgánico? ¿En qué formato es adecuado para abonar los rosales? Los abonos orgánicos se obtienen de productos de desecho vegetales o animales. Los típicos abonos orgánicos que se han utilizado desde siempre en los jardines son el compost y el estiércol. Todos los abonos orgánicos excepto el estiércol fresco (Vid. pag. 153) son adecuados para el abono de los rosales.” Confieso aquí que ese alguien fui yo, que soy muy dado a establecer conexiones entre cosas a menudo aparentemente dispares y no soy capaz de resistirme a las circulares, tan perfectas.  No resistí por ello a la que nos lleva del estiércol al perfume de limpieza, pasando por Doña Rosa, su retrete y sus rosales, para establecer la cual faltaba únicamente doblar el pico de unas páginas amparado en la impunidad del encierro solitario.

ARTROSIS DE TARSO

Artrosis de Tarso falleció de un ataque de risa provocado uno de sus propios chistes, al igual que el filósofo Crisipo de Solos, que viendo a un burro comer higos exclamó “¡Que le den vino para acompañar!” y se hizo tanta gracia a sí mismo que agonizó a la vista de mercaderes y compradores en el mercadillo de la Olimpiada del 143 aC. De la historia siempre se pueden extraer enseñanzas, en el presente caso tres y a saber: que ya había merchandising en la antigua Grecia, que gilipollas los hubo siempre y que no vale la pena leer a Crisipo, el que se reía solo, porque seguramente era algo retrasado y un desaborío sin gracia, presunción rayana en la certeza si damos por bueno que ese fue su mejor chiste. Artrosis de Tarso cojeaba desde pequeño, quizá por la poliomielitis, enfermedad de evidentes raíces griegas, y tenía como todos los que renquean bastante mal carácter, lo cual lleva a algunos historiadores a dudar de la anécdota. Los malhumorados, los avinagrados y los iracundos no suelen prodigarse en chascarrillos teniéndolos por asuntos poco serios. La principal fuente que se conserva sobre el de Tarso se la debemos al oscuro historiador romano Marco Tullio Trenco, que narra la vida del de Tarso y, la verdad, resulta de lo más anodina e incluso decepcionante, siendo su muerte lo único destacable y aún así apenas, por repetida. Pase lo que pase, hagas lo que hagas, siempre un griego lo hizo o lo inventó antes, desgracia que, ya vemos, les ocurre incluso a los propios griegos. Ni siquiera el chiste se conserva completo, al contrario del que causó la muerte de Crisipo, recogiendo Marco Trenco sólo su arranque: “Entran en un bar un romano, un griego y un persa y…” Y por ello damos gracias a los dioses y a las aguas de Lete, que borran la memoria y proporcionan el ansiado olvido, porque de lo contrario estaríamos muertos o quién sabe si algo peor, aunque ello suponga, como amarga contrapartida, el eterno retorno de la burda chanza porque el pueblo que olvida sus chistes está condenado a repetirlos.

DOS MEMBRILLOS

Tengo dos membrillos al lado de una camelia. Son árboles anodinos casi todo el año, ni las hojas, ni las flores, ni los frutos mientras crecen tienen nada especial. Y menos si los comparamos con las hojas lustrosas y las flores, prietas como albaricoques, de la camelia que es también blanca. Aún así cuando maduran y el feo peludo y cetrino se convierte en ese terciopelo suave del color de los Post-it, lo que viene ocurriendo en septiembre, acaban resultando fascinantes. Es un árbol que trabaja humilde fabricando unos frutos que al cogerlos en la mano son pesados, sólidos, compactos, regulares y que se perfuman exactamente lo justo, que es poco, no como otras frutas pretenciosas. Digamos que siendo regla canónica que las mujeres han de oler a su perfume a la distancia exacta de un velador de café y los hombres al abrazarlos, los membrillos se perfuman muy masculinos; hay que acercarlos a la nariz y aspirar. A mi los membrillos me encantan pero reconozco que no siempre fue así. Es lo que llaman un gusto adquirido; de tanto mirar su falta de presunción he acabado admirándola.

LA DENTADURA DEL PROLETARIADO

El Profesor Sabaté compró en 1965, para el Zoo de Barcelona, por quince mil pesetas al único gorila albino conocido hasta fecha, encontrado por unos cazadores en la selva de Río Muni. En Barcelona se hizo famoso y como atracción turística rivalizaba con la Sagrada Familia, que sólo interesa a japoneses, siendo la causa directa de la mayoría de los ingresos del recinto zoológico. Copito de Nieve, como lo bautizó en su momento la prensa del movimiento, se convirtió también en icono de la Ciudad Condal y vivió hasta noviembre de 2003 completamente ajeno a los profundos cambios sociales acaecidos más allá de la jaula de oro en la que pasó sus 39 años de vida. Suponemos que, como todos los que tienen un IQ por debajo de 50, vivió feliz y nos consta que murió de igual modo tras una sedación terminal que puso fin a una larga enfermedad. Tuvo veintidós hijos, de los que le sobrevivieron tres, once nietos y tres bisnietos, pero ninguno heredó la mutación en el gen OCA1A, causante del albinismo ni, aunque viven encerrados, han pasado por la cárcel. Esta mutación es frecuente en los humanos, que compartimos el 99% de los genes con los primates, algunos mucho más, pero prácticamente imposible en los gorilas. De hecho los intentos de los biólogos catalanes de conseguir un gorila blanco fueron todos infructuosos. Algún tipo de rechazo en el útero de las gorilas hembra hace inviables los embriones portadores del gen OCA1A, lo cual convierte a Copito una absoluta rareza.
De estas premisas parte la historia novelada, pero según el autor basada en hechos reales, titulada «Coñito de Nieve«, del periodista e investigador Josep Manué Piqué i Plá, publicado por Pich y Pon Editora. Piqué i Plá, en novecientas noventa y nueve páginas de realidad novelada hace desfilar por la Barcelona de nuestros días, disimulando apenas identidad y cargos, los personajes de una trama que se nos antoja fruto de un sueño lisérgico pero que a la vista de los datos y testimonios aportados tiene visos de realidad. Literariamente no añade nada a la obra, pero sí interés historiográfico, el hecho de que contra ella se haya promulgado lo más parecido a una fatua nacionalista. El Comité de Actividades Anticatalanas se pronunció públicamente contra la editorial, la obra misma, su autor, sus amigos y familiares, el perro de su novia y la señora que le hace la limpieza, una filipina que con el primer sueldo que ganó se hizo arrancar todos los dientes en el taller de un protésico para ponerse unos de plástico. La filipina sigue sonriendo, que sus dineros le costó, pero Piqué i Plá se oculta y pena en algún lugar indeterminado de la costa del sol, protegido por guardaespaldas fuertemente armados y crema solar factor 50.
La historia comienza con el descubrimiento fortuito, como todo en esta vida, hecho por un grupo de inquietos biólogos de que un óvulo fecundado con el semen de Copito de Nieve no sería rechazado por útero de una mujer. Las humanas no rechazan a los albinos, cosa que sabemos por las madres de Leslie Nilsen, Steve Martin y Richard Gere, que misteriosamente no sólo no abortaron sino que los querían. Los estudios concluyeron que una mujer humana catalana sería, para este asunto concreto, mucho mejor que el de una gorila africana subsahariana o de dónde sean los gorilas. Eso abriría la vía a la gestación de un nuevo Copito de Nieve, un nuevo gorila albino que no sólo elevaría los ingresos del Zoo, prácticamente arruinado, sino que atraería turismo de calidad a la Ciudad, llena de viajeros de mal vivir cogiendo Cabifys en lugar de taxis y alojándose en apartamentos compartidos en lugar de hoteles, como los emigrantes rumanos, cosa que se puede apreciar sólo con pasear por las Ramblas. En una cena en un conocido restaurante a la que asistieron las más altas autoridades y a la que fueron invitadas las fuerzas vivas, alguien tenía que pagar, tomaron consomé de butifarra a la trufa y la decisión estratégica de apostar por el experimento y, caso de salir bien, usar al nuevo Copito como embajador plenipotenciario del proceso independentista, paseándolo en una gran gira promocional por las capitales europeas y americanas. A la postre, uséase después del segundo plato y antes de las copas, ya se había decidido la estrategia. Varios mensajes de guasap, ese invento del vecino de Cerdanyola Josep Guasp que le fue robado por unos espías rusos, se hicieron circular por los círculos más afectos: «Se busca mujer catalana, fértil y sana, con profundo amor al país y acendrado sentimiento nacionalista dispuesta a gestar en su vientre al nuevo símbolo de la independencia. 40.000 €.» Contestaron varias emigrantes valencianas haciéndose pasar por catalanas, una rumana llamada Irina Dalcá Funar, que casi cuela pero no, y una vecina de Premiá de Mar con ocho apellidos agudos acentuados. Piqué i Plá, que da a entender que en el curso de sus investigaciones ha llegado al conocimiento de la verdadera identidad de la voluntaria, la identifica simplemente como Miss. X, y explica que puso numerosas condiciones, a saber: 1- Nada de besos en la boca. 2- La garantía por escrito de que la descendencia sería escolarizada en catalán. 3- Dos semanas, desde la firma del contrato, para juntar los 40.000 € 4- Unos análisis de ETS. Las durísimas negociaciones, en las que llegaron a intervenir mediadores internacionales, se prolongaron durante meses y, finalmente, la voluntaria tuvo que ceder en lo de los análisis pero consiguió una rebaja en la mordida del 3% nominal al 2,40% TAE sobre el neto de la operación antes de impuestos. Para facilitar las cosas se ejerció presión política sobre una entidad bancaria afecta que accedió a prestarle el dinero a Miss. X a Euribor +1,50% sin comisión de apertura y con garantía hipotecaria sobre el panteón familiar. Las pruebas para obtener embriones, con una cierta tristeza por parte de la voluntaria, se hicieron lógicamente in vitro. Nadie le había informado de que Copito había palmado años antes de una sobredosis compasiva con una beatífica sonrisa de filipino en el rostro. Al tercer intento se consiguió un embrión perfecto, sano y portador del gen OCA1A. Tras la implantación todo fue bien durante unos meses y los involucrados, personal científico, mandos políticos, fuerzas vivas económicas y preclaras mentes pensantes de la intelectualidad, se congratulaban y, por guasap, ese invento de Josep Guasp, se enviaban las ecografías con las que regularmente se iban verificando los avances acompañadas de mensajes congratulantes expresando cuán congrato les resultaba a todos ellos el asunto todo. Piqué i Plá nos cuenta, con minucioso detalle que aporta verosimilitud al relato, el modo en el que Miss X descubre con horror que en el laboratorio se produjo en su día una confusión. El embrión no había sido fecundado con semen de Copito de Nieve sino con el de un expresidente de la Generalitat. «Es que se parecen mucho«, escribió la bióloga Mónica Segura Fallarás en su nota de suicidio, o aparente suicidio, se supone que refiriéndose a los frascos en los que se guardan las muestras biológicas o a las muestras en sí mismas y no a otra cosa, lo cual habría sido una imperdonable falta de respeto. Miss X, horrorizada, manifiesta en una tensísima reunión en el Palacio de la Diputación, que jamás permitirá tal aberración, que ella es de la CUP a muerte y que antes la muerte que parir un delincuente. Ni los ofrecimientos de rebajarle el diferencial hipotecario, quitarle la cláusula suelo o reconocer, mediante un cambio normativo apresurado, a la familia mono parental los beneficios de la numerosa de primer grado consiguen calmarla. A continuación los abogados se enzarzan enviándose burofaxes. Amenaza el de Miss X con el art. 7 de la Ley de reproducción asistida; la madre no es, en el derecho español, quien aporta el material genético sino quien pare a la criatura, lo cual supone que podría perfectamente pedir escolarización bilingüe. El gabinete jurídico de la Generalitat contesta con un largo informe en el cual estima que existen razones fundadas para retirarle la custodia y la patria potestad. Retruca la madre gestante con la posibilidad, dolorosísima para ella, pero hasta ahí estaríamos dispuestos a llegar, de empadronarse en Zaragoza, lejos de las garras de los tramposos. El Govern presenta en el registro del Parlament la propuesta de una Ley de Extradición de Madres Gestantes, anexo de la Ley de Normalización de Aberraciones Lingüísticas. Ambas partes se acusan mutuamente de judicializar el asunto, ofrecen diálogo, manifiestan su disposición al acuerdo y amenazan con acciones judiciales y movilizaciones populares. Finalmente todo queda en nada cuando una homeópata profesora de reiki nudista descubre lo que se les ha pasado por alto a los doctores que tratan a Miss X: se trata de un embarazo psicológico, de un caso de neuroticismo extremo. Las muchas ganas gastan malas pasadas. En la Corte Internacional de París, reconocido tribunal de arbitraje en asuntos de comercio, se sigue aún hoy, bajo estrictas normas de confidencialidad, el litigio entre Miss X, el Zoo, varias instituciones oficiales y los herederos de Copito de Nieve representados sus intereses por la Sociedad Excursionista Catalana. Pleitean sobre la devolución de los 40.000 €, la custodia del material genético restante y la herencia del gran mono blanco. Expertos consultados por Piqué i Plá afirman, of the record, que quedan años de alegaciones y pruebas pero el caso pinta mal para la madre. En esta historia, como se ve, nadie es feliz excepto Copito y la filipina, quizá por lo del IQ, quizá porque a ambos se la sopla todo. A Copito porque a todos los muertos cuando se les hace presente la posteridad ya no tienen el cuerpo para alegrías ni penas. A la filipina porque los dientes de plástico no se pican, puedes lavarlos en el friegaplatos y en el sexo oral no hay que andar con tantos miramientos. Y todo ello por un módico precio, quince mil de las antiguas pesetas, lo mismo que en su día costó Copito de Nieve. Un chollo.

DE SOUSA & FILHOS

Me han contado la historia de un portugués muy rubio, quizás teñido, que viene a las playas de Ferrol —Pantín, Vilarube, El Baleo— a hacer surf montado en un estupendo coche fúnebre. Mete en el amplio maletero las tablas, los neoprenos y la tienda de campaña y conduce desde quién sabe donde hasta nuestro paraíso surfero del noroeste. Sabemos que los coches fúnebres llevan en los laterales unas barras en las que de ordinario se cuelgan las coronas; el tipo, en las suyas, cuelga la toalla húmeda, la cantimplora, las gafas de sol y el escueto bikini rosa flúor de su novia. El coche, azul diplomático, un azul profundo con tonos grises de mar océana, sigue llevando la crucecita de inoxidable sobre el techo, encima del parabrisas, y mantiene los rótulos.

AGÊNCIA FUNERARIA NOSSA SEÑORA DO CARMO

Diamantino de Sousa & Filhos, Unipessoal Limitada

Sin motivo alguno pienso que no dobla, que el auto ha sido retirado del servicio, quizás con una ceremonia adusta, como los barcos de guerra cuando, ya desartillados, han de pasar a la vida civil. Pero la realidad siempre suele sorprendernos, así que posiblemente durante la semana siga sirviendo de barca de Caronte. Y el rubio, vestido de traje oscuro, camisa blanca y corbata negra, pase muchas horas esperando a la puerta de iglesias manuelinas, ansiando el final de interminables funerales de corpore insepulto, buscando el momento de montar el aparejo en el maletero, a la novia en el asiento del acompañante y acelerar cara al norte oyendo a los Beach Boys. Chasing Waves, babe. Estas cosas, siempre tan absurdas, no sé por qué me las cuentan a mi. Al final acabo soñando con portugueses teñidos, enterradores con chanclas, novias surferas con bozo, alertas de apps de surf forecast interrumpiendo funerales. Eso cuando no me desvelo pensando si el tipo es Diamantino, el fundador de una dinastía, o uno de sus hijos, quizá el menor, el más rebelde, que tiene una doble vida. También pienso que puede ser que sueño que me las cuentan y en realidad me lo invento todo. El nombre del rótulo, Nossa Señora do Carmo, patrona de las gentes todas de la mar, surfistas y tripulantes de submarinos inclusos, es demasiada casualidad para ser verdad. Todo ello me lleva a pensar que debería ir a Pantín cuanto antes, y acabar con estas dudas, encontrar todo lo que hay de cierto, para lo cual he instalado una app que me avisará en cuanto vengan las olas buenas.

EL CFP

El Club Fluvial de Parga se mueve entre dos aguas debatiéndose entre el eufemismo y la publicidad engañosa, entre lo obsoleto y lo vintage. El CFP es, salvando las distancias, como la cocina de mi tía, todo formica y duralex, pero con Cinzano y Fundador en lugar de Minipimer y Flanín. Al CFP le presta mucho el río, manso y verde y como distraído y sin intención, pasando a su lado como quien pasa por ahí. Tener un río es cosa que no está al alcance de cualquiera y yo creo que eso los ríos lo saben; saben que lo decimos de una ciudad o un pueblo, o de un club fluvial, tiene río, y no les da ni frío ni calor. Sin embargo quién disfruta las riberas dice y se dice tengo río y se hincha y, en ocasiones, se duerme en los laureles. El CFP, verbigracia. A la vera del Parga, que es el río taciturno y hasta melancólico del que hablamos, crecen árboles altos y sanos en perfecta simbiosis; de día, los días claros, se miran en el espejo de sus aguas, como las mozas presumidas en los escaparates, y de noche, en las noches largas, le hacen reverentes el pasillo, como los guardias a los presidentes o los futbolistas a los campeones que vienen del vestuario. Yo no sé de dónde viene el río, distraído y pensativo, pero lo imagino flaneando entre prados y arboledas y tropezando con esas piedras que se les atraviesan a los ríos en los cauces y les tuercen el carácter. Luego, al acercarse al CFP, se mete bajo el puente de la carretera que nos llevaría a Friol y con sus arcos de piedra se peina y del otro lado sale, igual de indolente pero arreglado para la ocasión. La indiferencia, esa desgana que tienen las nubes, las olas del mar o el sol inclemente, no está reñida, en el caso de los ríos, y menos en este, con una presunción muy del estilo del pueblo por el que pasa, muy de arreglarse por el qué dirán. El CFP languidece manso a la vera del río, con escalerillas oxidadas, toldos raídos y vajillas desportilladas, que las obras del hombre, por regla general, carecen de la autoestima de la naturaleza y envejecen malamente. En el CFG tienen a disposición del distinguido público, cortesía gremial, folletos esmeradamente encuadernados con las vedas de cada especie y las tallas mínimas y un anexo con las sanciones que prevé la legislación vigente para el supuesto de contravención. Los peces se las saben, creo yo, porque nadan perezosos resiguiendo la línea de las sombras de los árboles, con esa chulería lenta del malevo que se gusta. Lo mejor del CFP es la ternura que despierta en el visitante el quiero y no puedo en que se ha convertido y que quizá siempre ha sido, y el río y los árboles y la hierba verde y fresca que lleva al puente. Lo peor, otra constante, el café. 

EL AROMA DE LA PRIMAVERA

Al llegar a una ciudad lo que hay que hacer es salir del hotel, quizá con hambre, y caminar sin rumbo. Parece contranatura buscar perderse pero ese es el inicio del éxito de un viaje, lo cual es de general conocimiento de los señores exploradores que en el pasado han sido. Una vez perdido, asunto que lleva su trámite que no conviene apresurar, es el momento de levantar la cabeza y, ahora sí, como diría una guía de viaje, que para algo han de valer a más de impresionar a las visitas, en unión de otras,  desde su plúteo en el salón, flanear por las callejuelas tomando la temperatura de la bulliciosa urbe. O todo lo contrario si el viajero ha encarado el norte, hacia donde mean los perros, porque todos sabemos que el bullicio es asunto que aumenta en razón inversa a la latitud. Es ese el momento de reencontrarse, tomando como guía las pistas que lo urbano va dejando, como miguitas que orientan el camino a casa, porque esa es la definición de perdido. Pongamos que, de pronto, se encuentra uno en la Calle del Divino Misterio, concretamente en el 52-duplicado, planta baja, Bar Cascabeles. No cabría la menor duda, caso de que eso se hubiera o hubiese producido, de en qué ciudad está, provincia arriba, provincia abajo.

—¡Ese fenotipo tuyo, Aurora, me la pone como el sable de un dragón!
—¿Tú estás seguro de eso, Orestes?, los dragones no llevan sable.
Orestes busca en el Google la imagen de un dragón, esos soldados, también extintos, de casaca roja y sable brillante y caballo galopante. Aurora se aquieta y entiende, o intuye, mientras mira la pantallita, la poética ferocidad del deseo de Orestes, que le mira las tetas a las oficinistas que pasan buscando dónde almorzar. Orestes, eso se ve, es un tipo feliz que le ha encontrado el sentido a la vida, oculto tras las cosas pequeñas y aparentemente banales, como las lagartijas y los escorpiones, que se esconden bajo las piedras que el sol calienta. Yo, que le veo la calvicie y la barriguita y la carpeta con el logotipo del ayuntamiento, creo que Orestes es, pese a la aparente doblez de su juego, más poeta que vividor, donde poeta viene de poiesis, uséase, que se va inventando las cosas según van siendo necesarias, a su conveniencia, lo cual no le quita ni le pone defecto alguno, que esas trochas las andamos todos. Aurora, a la que el requiebro no solicitado pilló a contrapié y me temo le llevó a pensar en Dragón Ball, parece un poco sorprendida y revuelve el café, que sirvió la rubísima camarera ucraniana, con la mano izquierda, con la que, efectivamente, se la ve algo torpe. Daría la impresión al observador poco atento que el uno piensa en ciertas cosas y la otra en otras; quizá, sólo quizá, en las tetas, así en general y abstracto él y en una Pokeparada concreta y cercana ella.
—¿Nos vamos?
—Si, ya son horas.
La terraza del Cascabeles sin Aurora y Orestes parece otra. El amor, siquiera sea un amor imperfecto, desacompasado o incluso imposible, pone en el aire aromas a primavera que se van, por la Calle del Divino Misterio, cogidos de la mano. Yo quedo un poco triste con su marcha, porque soy de alma sensible, y pido otro café y tomo nota mental de que es el peor que he tomado en mi vida, pero con mucha diferencia, por si pudiera servirme en el futuro para un cuento o algo.