UNA HUMILDE PROPUESTA

Hay ocasiones en las que uno se despierta con el pie que no es y de consecuencia le invade el alma ese ánimo que lleva a la gente a pisar charcos, aunque sobre qué es y qué no es un charco, ya sabemos, hay opiniones. Al fin y al cabo la mera definición sirve también para un estanque, una laguna, una alberca e incluso, apurando, es charco la mar océana si uno con ella tiene familiaridad o en el carácter soberbia. Así que, hallándome en un estado que diríamos plasmático, misteriosamente y al tiempo humilde y soberbio, me lanzo a proponer.

Alberto Giubilini y Francesca Minerva son filósofos de los antiguos, de esos a los que les va el rollo viejo del bien y del mal. Ese asunto, amen de viejo, es espinoso y movedizo y de asaz candente actualidad desde el tiempo prelapsario. Todos creemos distinguir qué está bien o mal, si bien la gente del común nos aproximamos a tales conocimientos por medio de la tosca intuición.

 

Siga leyendo en CHOP SUEY FANZINE

TEST DE TURING

El Test de Turing de los pueblos reciclados o rehabilitados o repoblados se encuentra en la existencia de tonto del pueblo. Al igual que la posesión de las cartas fueras para Villas y Ciudades, la existencia del cargo, aunque se halle temporalmente vacante, es condición necesaria para ostentar el título.

Podemos afirmar que es el de tonto un cargo consuetudinario, cubierto por consenso popular, de facto vitalicio, no pensionado y que en sus notas esenciales es híbrido de los más formales de “Persona non grata” e “Hijo predilecto”, poseyendo características de uno y otro en proporción variable. Normalmente se cubre por concurso de méritos aunque lugares hay en los que parece hereditario, lo cual suele ser un simple espejismo. Los puestos no se heredan pero los carismas que te pueden llevar a ellos sí. 
No es arriesgado afirmar que sin tonto del pueblo un núcleo nuevamente habitado no es pueblo, quizá una colonia de vacaciones, un experimento social en marcha o un kibutz perroflauta. Por ello, quien en uso de la infinita capacidad de errar inherente al ser humano pretenda la resurrección de sus cenizas de un pueblo abandonado, bien que sea por necesidad o vicio, ha de contar con el concurso de un tonto. Sin un tonto una comunidad humana no tiene en quién mirarse, de quién cuidar colectivamente y, lo que es tan importante o más, adolece de chivo expiatorio. Los tontos sirven a múltiples propósitos y si Dios, en su infinita sabiduría, los puso a deambular sobre la faz de la tierra sus razones tendría y quiénes somos nosotros para cuestionar sus designios.
Por ello los tontos han de ser acogidos en el seno de la comunidad como bendición y carga, como penitencia y desahogo. Así ha sido siempre y entretanto el hombre siga siendo quien es así será. Tal como hay sitios donde los vecinos han matado al tonto otros ha habido en los que los vecinos por un tonto han matado. Así son las cosas, más o menos, y, por si sirviera de ejemplo y enseñanza, traigo a la memoria al Parvo de Bidueiros, del que habló mucho Cela. Era hijo bravo del cura de San Miguel de Buciños, aquel que gastaba un carallo descomunal, según dicen, y murió ahorcado de un carballo pero no lo hizo él que fueron los vecinos. Pero no por malquerencia, enemistad o venganza, sino por probar cómo era eso de dar matarile a un prójimo, que la curiosidad y el aburrimiento son cosas que mezclan bien pero de ordinario traen desgracias. Yo, que también sé cosas, puedo decir que al Parvo de Bidueiros le dieron sepultura en sagrado, que qué culpa iba a tener él de suicidarse por consenso vecinal, y tuvo un cortejo con mucha pompa y circunstancia, como los de antes. Llevaron la caja seis a hombros, en lugar de ponerlo en un carro, y en cada cruce de cada corredoira paró la comitiva para echarle un responso, aunque no hubiera cruceiro o peto de ánimas. Aunque para quienes leen las escrituras literalmente esto no tiene perdón de Dios uno no puede negar que, mal que bien, ahí había un respeto y un cariño.

EL GALO JUBILADO

El 21 de Septiembre de 416 Rutilius Claudius Namatianus sale de Roma en compañía de algunos amigos que le despiden emocionados. Marcha a Ostia, a tomar un barco de vuelta a la Galia, de donde supone que no volverá. Hace el viaje en barco porque la vía Aurelia, que corría paralela a la costa, de Roma a la Galia, en esos tiempos ya era muy insegura por la creciente debilidad del imperio. Él piensa que esa decadencia se debe a dos factores, la creciente fuerza de los bárbaros desde fuera y la creciente influencia de los cristianos desde dentro. Así abandona Roma con tristeza, donde había estudiado literatura y leyes y hecho carrera como servidor del estado ejerciendo de magister officiorum y praefectus urbis, y vuelve a la Galia por deber. En Ostia ha de esperar quince días, desde el 22 de Septiembre al 7 de Octubre, a que cambie la luna y con ella llegue el viento adecuado y entretanto imagina y oye en la distancia el griterío de los juegos en el Coliseo. El 7 de Octubre parte hacia el norte en una flotilla de barcas, que en invierno son mucho más seguras que los mercantes. Navegar cerca de la costa y refugiarse en cualquier ensenada es garantía de seguridad.

Navega quince jornadas, pero ese viaje le ocupa del 7 de Octubre al 21 de Noviembre, y no ha llegado aún a la Galia, sólo hasta Luna. El viaje de Rutilius es el relato de quince paradas y las correspondientes travesías. Durante el viaje, además de describir el paisaje, evoca el recuerdo de sus amigos, cultos y paganos como él; para a visitar a alguno, Albinus, que lo acoge en su villa y con el que inspecciona las instalaciones de unas salinas; para en Faleria, donde asiste a un festival en honor de Osiris; para también en el Puerto de Pisa, desde donde hace una excursión de varios días hasta la ciudad, en la que admira y se emociona ante una estatua erigida en honor de su padre, Lachanius, quien había sido, entre otros cargos, consulares tusciae y dejado grato recuerdo.

En fin un hombre que, tras haber sido alto funcionario imperial, disponiendo de todo su tiempo, se jubila y vuelve a casa en un yate con el que costea Italia parando a despedirse de amigos y conocidos. Se despide también y al tiempo del imperio tal y como lo ha conocido y se lamenta de la pujanza de las fuerzas que lo están destruyendo, bárbaros y cristianos. De todo esto dejó constancia en un poema, De reditu suo, escrito quizá mientras navegaba, quizá ya en la Galia, y que se conserva incompleto.

Y todo este rollo viene porque he estado leyendo sobre este tipo y su poema y como es imposible no establecer comparaciones con ciertas cosas que están pasando me ha dado por imaginar que Rutilius Claudius Namatianus, el galo jubilado que fue prefectus urbis, se sentiría como en casa visitando y escribiendo para el ChopSuey.

EL NIÑO DE LA VACA

No quiero escribir de vacas. Prefiero hacerlo de la culebra que no tiene lados, al contrario de la vaca, animal que a ojos de un niño en eso excede. Seis, nada menos. Una culebra, por adolecer de lados, da menos juego, pero si la miramos con los ojos del topólogo, que es un tipo pensativo con gafas de cristal grueso y una bata blanca, es una superficie de género tres, como un humano normal. La vaca también es de género tres, pero tiene cuernos. Esas sabidurías, que no son nada de abuela, no las tiene un niño, pero los infantes siempre intuyen algo de los asuntos de los mayores. Se coscan los marrones. Caso de hablar de vacas me vería obligado a mencionar el estómago supernumerario de rumiante y las ubres lactíferas y la cara con cuernos. Hay cosas que me dan pereza y aún más pensar por qué exactamente me dan pereza. No me da pereza, y aún me gusta, recordar que un mundo en dos dimensiones los seres vivos cagaríamos por la boca, so pena de vivir literalmente partidos en dos, cosa que no tiene sentido salvo para el mismísimo Espíritu Santo. Éste, como su propio nombre indica, tiene tres mitades, todas igual de grandes que el total. Dicho así, a + b + c = a = b = c, parece un teorema de Fermat o algo peor, algo insoluble. Eso no lo dice A. Square, en su «Planilandia: una novela en muchas dimensiones», porque en realidad era así como abate, o cura, y gente de tal jaez huye de lo soez. Lo de hacer de vientre por la boca no es plato de gusto, así que uno entiende que el autor rehuse. Es Planilandia una novela interesante, o quizá no, que a mi me lleva a esos pensamientos de bichos en dos dimensiones que regurgitan por donde ingieren. Como novela tiene tres dimensiones, al menos la mía, que es una fotocopia o un PDF que imprimí, no recuerdo. Tiene las grapas mal puestas, como todas las que ha puesto la humanidad. Un día alguien descubrirá las ecuaciones que describen las fuerzas, resistencias y ángulos involucrados en la colocación de las grapas y le ratearán los honores que merece. Acaso un IGNobel envuelto en mucha chunga y cachondeo. Nadie reconoce la importancia de la grapa bien puesta cuando nosotros, las legiones de chupatintas que abarrotamos oficinas y escritorios, sufrimos con cada fracaso, con cada piececita de alambre retorcido sobresaliendo del mazo de papeles. Los hoi polloi del papeleo vivimos con infinita tristeza y nula esperanza porque el remate de cada expediente será una decepción. La grapa, ese metal que debería ser medalla al trabajo bien hecho, acaba siendo una porción de metralla en la carne de un recluta. Esquirlas de fuego amigo, para más inri. Bartleby, y me apuesto una culebra sin lados o una vaca con seis, dejó de escribir porque para qué, si al final la grapadora es una mierda. A Edwin Abbott Abbott, el Autor de Planilandia, lo de la escatología en su segunda acepción le cae lejos, siendo que la primera es propiamente lo suyo, eso por lo de cura. Las postrimerías son algo así como el big bang del final de los tiempos, uséase, el big crunch, y de todo ello habla la escatología por boca de los curas. Una vez leí de un tipo que proponía la cosa culta de usar escatología para una de las acepciones y esjatología para la otra, por alguna oscura razón etimológica y con el ánimo de huir la homonimia. No creo que la cosa fructifique que anda la RAE enfangada en cosas de enjundia, como las toballas, las cocretas, y las besameles. La RAE es mucho de feria y fritanga, si uno bien lo piensa. El Niño de la Vaca tampoco escribe de gatos, ni de gatopardos, que también son animales de género tres, al igual que Eva y su querido Adán. La culebra ya se dijo que también pero conviene repetir según qué cosas. Las bragas que Eva no llevaba, no, que esas son de género dos, como todas las bragas. La culebra no las lleva y parece una verga, cosa que lleva a pensar en que Adán lo mismo estaba poco armado y en la intuición esa del psicoanalista vienés sobre la envidia del pene. También Lacan, que dice muchas cosas inconexas como el Niño de la Vaca pero sin gracia, habla de topología pero no recuerdo si mienta la bicha. En todo caso lean a Abbott y olvídense de Lacan.

QUÉ DECIR

Un tipo dijo una vez, mirando fijamente a la cámara y tartamudeando, “Me gusta decir lo que pienso, porque, si no, ¿para qué pienso?” Una frase así parece inapelable y el colmo de lo civilizado y lo humano. ¡Coño! Hasta a mí me sedujo la simplicidad y la potencia del mensaje. Pensar nos hace humanos y hablar convierte la manada en sociedad, pensaba yo. Y así anduve un tiempo, imitando al tartaja, intentando decir lo que pensaba, porque, de no hacerlo, qué sentido tenía que yo pensara. El súmmum del pensamiento, su gloria, es trasladarlo al cerebro de otro mediante la palabra; libertad de expresión y que fluyan las ideas, pensaba y, consecuente con ello, decía a quien me quisiera oír.

Lo cierto es que las cosas aún las fáciles, nunca son sencillas. Hoy pienso que el verdadero sentido de pensar es callar. Esto, que resulta antiintuitivo, es el fundamento de la civilización, la educación, la paz y el progreso de la humanidad. En fin, que lo que nos hace humanos es callar la puta boca.

 Siga leyendo en el CHOPSUEY FANZINE ON THE ROCKS.

RASPOSO

Es que salgo de casa, que viene siendo cruzar Pedrafita, y me pongo reseco como arena de gato y lo que de ordinario son lubricantes mucosidades mutan en piedras de riñón de dolorosas aristas, me lloran los ojos y se me ponen las manos siniestramente rasposas. Con la yema del dedo con el que escribo podría rascar un papel y hacerle un agujero, como con la parte gris de una goma Pelikán, ese éxito indiscutible de la ingeniería de materiales al conseguir una mezcla estable de hormigón y caucho. Leopoldo Macenlle, en quinto de EGB, estaba borrando y se distrajo porque Luísa Remeseiro se levantó a la papelera a afilar el lápiz. A Ramiro le gustaba Luísa y ella, que había decidido alegrar aquel día triste de un invierno gris, le había dado demasiadas vueltas a la cintura de la falda, maniobra destinada a hacerla más corta de lo que los estatutos del centro, la moral católica y las buenas costumbres establecían como norma. Aquel día, Leopoldo, pasmado por el estímulo, frotó y frotó hasta que hizo un agujero en el cuaderno por el que se veía el pupitre. Un poco más y se lo carga, uséase, que si Luisa se llega a demorar un minutito más agujerea el pupitre hasta verse los zapatos. Dicen también, y quizá fue Martín Olmos pero quizá no, que un preso de la mafia escapó del penal de Siracusa NY rascando la pared con una de estas gomas que le había pasado de matute una buscona con la que tenía apalabrado un arreglo. Un túnel es cosa seria, más que la libreta de mates, y una pared no es un papel, máxime si hablamos de las de una cárcel para malandros de los duros. Tampoco es lo mismo, ya se sabe, un yo estaba allí y lo vi que un me dicen que pasó. Lo primero es tan cierto como convincente sea uno, lo segundo ya la cosa cambia y depende de más factores. Lo cierto y verdad, y no se ponga en duda, es que, ahora mismo, con la yema de cualquiera de los dedos, podría rayar la pintura de un coche o esmerilar un cristal. Y si te beso, morena, lo mismo te hago un peeling que te borro un lunar. Hay razas así. Los que adoptan niños negros lo aprenden a las bravas porque nadie se lo explica, y es que si no les da bien el sol se les ponen grisáceos y mustios, como húmedos y deslucidos. Y otros, los del noroeste andamos exactamente al revés, que en cuanto nos alejamos de esa franja estrecha que salpican las olas nos ponemos resecos y rasposos, a veces hasta malhumorados, como las gomas Pelikán.

GUÍA DEL VOTANTE AVISADO

1- Desengáñese; como en toda votación acabará Vd., aunque se resista, ejerciendo el cívico deber del voto como un acto de expresión de su subjetividad, uséase, sentimentalmente. Madrid-Barça; Cocacola-Pepsi; Apple-Microsoft; nature-nurture; izquierda-derecha.
2- Desengáñese, porque después de intentar denodadamente averiguar cuál es el programa más adecuado, el líder más preparado y la opción más realista, descubrirá que su trabajada y meditada aportación a la decisión colectiva, su voto, tiene un valor infinitesimal, próximo a cero. Posiblemente ni siquiera se vea reflejado en la composición de una institución decisoria.
3- Desengáñese, porque aunque intente ejercer la racionalidad del punto 2 acabará Vd. cayendo y aceptando una de esas ofertas que es imposible rechazar. Un 2×1. Un llévelo ahora y que paguen los nietos en cómodos plazos. Un gratis total. Un todo incluido.
4- Desengáñese, porque aunque evite todas esas trampas y consiga elegir racionalmente, los elegidos acabarán cayendo, tarde o temprano, en esas mismas celadas en la mayoría de las decisiones que habrán de tomar en su nombre. Caerán en la subjetividad, en la certeza de la inutilidad de su esfuerzo y en la tentación de una solución rápida, milagrosa, ingenuamente sencilla y supuestamente gratis.
5- Desengáñese, porque las acciones de gobierno y la ley no van a cambiar el mundo. Si la ley y los gobiernos pudieran cambiar el mundo el mundo ya estaría cambiado. Hace milenios que se prohibió por ley el asesinato, la violación, el robo y el engaño y aquí estamos. Hacemos lo que hacemos porque somos como somos y cambiar eso lleva generaciones. Es una tarea que excede en mucho las capacidades de gobiernos e instituciones.
6- Desengáñese, porque la mayoría de las decisiones están tomadas, son consecuencia inevitable de otras anteriores, vienen impuestas por instancias superiores a las nacionales o mediatizadas por circunstancias globales. La subida del petróleo, el colapso de China, una guerra con Corea del Norte o millones de inmigrantes sirios pueden convertir en miserables nuestras vidas y en la mayoría de ellas el gobierno no tendrá capacidad alguna de decisión y aún de reacción para minimizar las consecuencias.
7- Desengáñese, porque siendo el panorama realmente descorazonador no hay nada mejor. Cualquier otra opción distinta a la democrática es peor en varios órdenes de magnitud.
8- Respire hondo, busque, compare racionalmente, intente huir de las falsas esperanzas y si encuentra algo que valga la pena, vótelo, pero no espere milagros o mejoras perceptibles, porque no las va a haber o serán cosméticas.

¿LLUEVE?

El tonto sublime o superlativo es el tonto egregio en su sentido etimológico. El que destaca y se separa, adelantándose, de la grey de tontos, del rebaño de retrasados. Es apreciado por escaso, como la trufa blanca, la moza virgen y el vino bueno, y quienes lo disfrutan lo cuidan con esmero y obsequio. El tonto sublime es propio de pueblos de segunda, con censo de entre cinco y diez mil almas, consistorio de mampostería, botica con tarros, juzgado de distrito, puesto de la benemérita e iglesia con retablo completo. En lugares más densos pasan tristemente desapercibidos por el tráfago de la vida moderna con sus vaivenes y requerimientos; en los más despoblados no tienen contra quién destacar, que por algo pintores y poetas, y en general los artistas y cabareteras, acuden a Madrid. Lo bueno, aún la tontería, exige para brillar la fricción de una cierta competencia, ni mucha ni poca, la justa, y el calor del público cultivado.
Martiño ocupó plaza de tonto egregio hasta el día que el Señor lo llamo a su lado. Martiño allá se fue pero mucho contra su voluntad, que le duró la última enfermedad y agonía toda la primavera y ocho días del verano. Se conoce que era hombre de poca fe y sólo a la tercera unción de los óleos rindió el alma y dio el último suspiro, si bien con el recelo reflejado en esa mirada mansa que gastan los de su categoría. Martiño fue tonto de mucho lucimiento y galanura, que andaba bien vestido y calzado y en los meses fríos gastaba chapeu. Una tarde de primavera con tiempo revuelto, esas en las que pasamos sin aviso de un sol nuevo a una lluvia alegre, a Martiño la Benemérita le tundió los lomos. Salió a la puerta del café al inicio del chaparrón y, cuadrándose, levantó el brazo derecho con la palma extendida, en perfecto saludo falangista, al tiempo que gritaba, con voz sonora y marcial ¿Llueve? Obtenida la atención del respetable levantó de inmediato el izquierdo, brazo en ángulo y puño cerrado, para decir ¡Tengo paraguas! A nuestro tonto superlativo le hizo mucha gracia su ocurrencia y desde lo más hondo le salió una carcajada de irrefrenable pura felicidad, una carcajada costo-diafragmática-abdominal, larga, sonora y operística. La benemérita, allí presente en la persona de su comandante de puesto, el sargento Longueira, tomó de inmediato cartas en el asunto. El deber es el deber y, pese al mucho aprecio que le profesaban en el puesto, de allí salió con más cardenales que un cónclave y un diente a faltar, lo cual que fue en parte por mantener el orden público y en parte porque la cosa no pasara a mayores, caso de correrse la voz.

REGUSTO AGRIDULCE

El debate de investidura me ha dejado un regusto agridulce que, por decirlo todo, ya tenía antes de que empezara. Las cosas importantes que ya se malicia uno cómo van a acabar suelen ser así.

Sánchez es anodino, aburrido y, en su papel, se dedicó machaconamente a repetir su mantra pedigüeño, a implorar a todos los que se mueven a su izquierda cariño y comprensión, que amor verdadero ya sabemos que no lo tiene ni en casa. Dispuesto a aceptar todo lo que le quisieran dar aceptó con fina voluntad los abundantes pitos, abucheos e insultos de los barras bravas, que se mofaron de él, de sus ancestros y de sus amigos. Diferenciar entre quien pone la otra mejilla y quien deja que le meen y dice que llueve es, en ocasiones, asunto que lo mismo puede ser espinoso que resbaladizo. No le cortaron las orejas porque salía su nombre en el cartel como torero y no tocaba, pero ganas tenían todos.

Mariano aprovechó, por si acaso, para darse el gusto de largar lo que estos días como Presidente, en funciones al ralentí, se tuvo que callar. Irónico, socarrón y borde se lo habían puesto fácil y, como tablas tiene e iba relajado, le dio a Sánchez hasta en el carnet de identidad, hasta el punto que lo mismo tiene que renovarlo. Digo fácil porque se limitó a ponerle ese humor que gastamos los gallegos, y que quizá no es ni siquiera humor, a unas cuantas obviedades, pero de enjundia, nada. Puede que no fuese el día, pero se echó de menos. Digamos que darse el gustazo suena más a brillante despedida que a futuro venturoso.

Iglesias, en su línea de profeta de la gente, abundó en ese su discurso y ademán que le ha rendido tanto fruto y que quedó plasmado en los puntos que le dejó muy claritos en su día a Sánchez. Él anda a la busca de establecer una relación directa entre él y la gente, que es el nombre políticamente correcto del pueblo, cosa ya muy vista y que sabemos propia de dictadores. Las instituciones son, hoscas e híspidas ellas, siempre rémoras cuando no obstáculos para que esa historia de amor florezca. La Libertad guía al pueblo sobre unas ruinas sacando una teta y ése fue su juego, sólo que esgrimiendo ideas rancias hace ya setenta años. La teta no la sacó, quizá por respeto a Carolina, pero se morreó con otro Señoría, algo improvisado para escandalizar a las viejas de los pueblos que no ven los debates, y se dedicó, como todos los que se empoderan rebozándose en la libertad, a dinamitar todo lo que se le puso a tiro. Tiene el verbo fluido de Blas Piñar o Federico Jiménez Losantos y las ideas igual de claras, pero todas antidemocráticas y aún así estuvo bien el revival porque ya era hora de que en el Parlamento se sentara alguien a representar ese personaje tan español que es el predicador martillo de herejes.

Rivera estuvo bien, porque es cínico, práctico y pragmático. Saludó a la afición, invocó muchas veces el espíritu de la transición y, tal como a Mariano lo han motejado persona non grata en su pueblo, lo deberían nombrar hijo adoptivo del de Suárez. No sé quién manda en Cebreros pero están tardando. Si Sánchez tendió la mano a Podemos Albert le pidió educadamente al Partido Popular que se rindiera, cosa que los enfureció. A la propuesta, que debió sonarles a aquello de si es inevitable, relájate y disfruta, le contestaron a gritos que no es no. Albert habla bien en plan de hombre de estado, sólo que es un estilo que no se lleva y queda algo ridículo, y también se defiende bien en la tele en distancias cortas. Lo que lleva mal son las transiciones del modo A al modo B, que aún le falta pillarles el truquillo, cosa extraña siendo él tan de transiciones. Cuando pasaba de lo serio pero vacuo a lo distendido lo hacía con torpeza y trompicón, como si no se hubiera bregado ya unos años en el parlamento catalán. En general compuso el gesto de próximo presidente con altura de miras a base de darse palmadas en la espalda por su altura de miras y reprochar a los demás la falta de aprecio de tal gesto.

Finalmente, sin sorpresas, a Sánchez lo quisieron lo justito y no llegó para salir Presidente y quedamos a la escucha. En definitiva, que esperando más de un debate de investidura, no esperaba más de éste debate de investidura. Y del de hoy me malicio igual regusto, con el añadido de haberlo probado antes.

A + B

Hay dos clases de tontos, que podríamos llamar tontos Tipo A y tontos Tipo B. También podríamos decirles tontos Número A y tontos Número B, como una profesora de derecho penal que me torturó en su día y que nos vendía los apuntes de la asignatura rotulados con esa maravillosa numeración. Uno, en su inocencia juvenil no piensa que todos los mayores son tontos, máxime si ocupan ciertos puestos que se presuponen resultado de algún tipo de mérito, aunque en qué consista éste sea cosa que, hasta adquirir más conocimientos, permanezca un poco en la nebulosa. Pronto llegué a la conclusión, quizá fruto de mi soberbia, de que si no le entendía nada no era por algo que yo hiciera o no hiciera, sino por causas ajenas a la voluntad de ambos. Ella quería pero no podía y yo, y otros conmigo, la seguíamos voluntariosos a ninguna parte. Finalmente le dio algo al cerebro y quedó definitivamente tonta. Su ayudante, muy parecido en fondo y forma, servidumbres de la cooptación propia de los departamentos universitarios, nos explicó que no volvería porque un virus le había producido “reblandecimiento cerebral”. Aun hoy dudo si es que los médicos dieron tal explicación porque no lo creyeron capaz de entender más o la eligió él por darle la categoría de sufrir el mal que supuestamente mató a Nietzsche.

Por ir aclarando, los tontos Número A serían aquellos que, yendo todo perfecto, son tontos. Son irremediable e inevitablemente tontos. Son tan tontos que si acaso tuvieran hijos estos serían como ellos, tontos a su imagen y semejanza, genéticamente tontos, desde el inicio hasta el fin. El gen es cabrón y de él no escapas porque el gen eres tú. Nadie es mas de lo que puede ser y de donde no hay no se puede sacar. Esos tontos en ocasiones son adecuadamente funcionales y aparentan que Salamanca algo les ha prestado, pero como préstamo que es nada dejan a sus hijos, si acaso deudas.
Los tontos Número B serían, por contra y en oposición, aquellos que lo son porque algo ha sucedido. Un mal parto, un mal golpe en la cabeza, un virus que reblandece el cerebro y así. No son esencialmente tontos sino por destino, como esos tipos brillantes que acaban atendiendo el ultramarinos de la familia. Algo salió mal y allí están tratando con viejas maleducadas pero podrían estar en cualquier otro sitio, proyectando puentes, dirigiendo una multinacional o planeando el futuro de una nación próspera. Los tontos Número B, los que lo son por destino o desgracia, no dejan huella y se les perdona. Caso de tener descendencia no se les parece sino que, los genes otra vez, saldrán como él podría haber sido y no fue.
El caso de la profesora de derecho penal es extremo y triste y mueve, luego de estas reflexiones sobre los tontos y sus categorías, arbitrariamente establecidas con números y letras, a conmiseración. Poca gente reúne en sí, al tiempo, la cualidad de tonto Número A + B.